martes, 30 de octubre de 2012

La piel de los extraños - Ignacio Ferrando

Este es el tercer libro de relatos publicado del escritor asturiano Ignacio Ferrando, Premio Ojo Crítico de narrativa 2011 por su obra Un centímetro de mar.

Once son los componentes del conjunto en los que destaca una prosa cuidada y un saber hacer que muy pocos pueden conseguir. Son cuentos de extensión media-larga, en torno a las veinte páginas, por lo que no son cuentos donde prime la anécdota, ni un hecho aislado. La elaboración de estos relatos, donde se nos narra, se disgrega o se describe, convierte cada pieza en una pequeña nouvelle.

El libro se abre con Los atardeceres de Tagfraut, un lugar imaginario que utiliza un profesor (parece que de escritura creativa, aunque no se nos dice en ningún momento) para que sus alumnos lo imaginen. Un día descubre que ese lugar es real y, junto con su pareja y antigua alumna, deciden visitarlo. Ese lugar irreal, que de repente es real, pasa de ser un sitio idílico a un tormento donde el tiempo se disloca y trascurre más rápido que en la realidad.

Los sistemas, es el segundo cuento. Un profesor ha logrado desgranar el mundo como un sistema de variables de modo que puede llegar a predecir qué va a ocurrir.

En Tres violines, se juega con la identidad y con la angustia de no ser reconocido al decir quién eres. Esto es lo que le sucede al protagonista, que regresa junto a su pareja a su pueblo natal tras un conflicto armado. Ningún vecino, ni siquiera su padre, le recuerda.

Mathilda y el hombre del tiempo me parece uno de los cuentos más bellos que he leído. En medio de una ciudad en caos y abandonada por la llegada de un tsunami, una pareja de amantes disfruta de su soledad.

Liberación bebe de los relatos de Kafka. Un grupo de recluídas trabaja de manera automática en una construcción.

Ventisiete o la física de un resplandor, nos narra la gran apuesta que quiere llevar a cabo el protagonita que lleva trece años estudiando las probabilidades de que salga cierto número en la ruleta.

La piel de los extraños, el relato que da título al libro, versa sobre una pareja que, abnegada en la monotonía, decide disfrutar de un día a la semana por su cuenta, sin pedir después explicaciones a la otra parte. En este cuento, la soledad de la vida en pareja y el miedo a la indiferencia marcan la narración.

Babel también bebe de los cuentos alegóricos de Kafka. En ella se pretende construir una torre de tres mil pies de altura. Poco a poco el trabajo se convierte en su modo de vida. Hacen vida entre los andamios y viven por y para la gran obra. En ese sentido, recuerda un poco a La autopista del sur, de Cortázar, donde se crea un microcosmos en medio de una situación anómala.

Pelícanos, nos sitúa en un mundo apocalíptico donde el cambio climático ha hecho sus estragos y solo unos pocos supervivientes conviven con alimañas de todo tipo.

Un buen tipo demasiado sentimental es la historia del verdadero Philip Marlow y de cómo Raymond Chandler suplantó su identidad para crear uno de los más famosos detectives de la literatura universal.

Por último, Las profundidades, indaga en los recuerdos confusos y vagos del protagonista con una joven que desconoce.

Como se ha podido apreciar, los once relatos que componen el volumen contienen un fuerte contenido metafórico, dando al conjunto una densidad y una consistencia que hará las delicias de todo buen aficionado al cuento.

lunes, 22 de octubre de 2012

Bioy - Diego Trelles Paz

Si decidí leerme esta novela fue porque tenía curiosidad por saber quién había ganado el premio este año. La novela del año anterior, Tania con i, me pareció interesante. La novela ganadora de la primera edición, El alquiler del mundo, está bastante bien valorada (la tengo pendiente en esa pila que crece y crece). Así, con estos precedentes, no había nada que me impidiera acercarme a esta obra del peruano Diego Trelles Paz.

La trama central gira en torno a la brutal paliza llena de vejaciones y violaciones que una joven que dicen que pertenece a Sendero Luminoso recibe por parte de cuatro militares peruanos.

Dividida en cuatro partes, la estructura del libro se compone de una serie de espacios que pasan de un lugar a otro y de 1986 a 2004, 2007 o 2008. Es decir, se dinamita el eje cronotópico formándose un puzzle con las diferentes voces (se narra en tercera pero también en primera) y los diferentes saltos temporales. Un puzzle que finalmente encaja.

De las cuatro partes, la primera alterna 1986 con 2003/2004. Es la más violenta, en la que se nos cuenta las vejaciones a las que es sometida la chica detenida y las posteriores consecuencias para los militares que llevaron a cabo dicha acción.

La segunda parte narra la historia en primera persona del agente infiltrado Humberto Rosendo para capturar a un reconocido narco. Es la parte más lineal y, puede, que la más conseguida.

La tercera, por contra, cojea. Y mucho. Sin tener demasiado sentido se nos narra como si de un blog se tratara diferentes entradas relacionadas con el sexo o con la literatura.

La cuarta parte, cierra la historia, ata flecos que faltaban y pone punto y final al libro.

La novela es buena, la prosa cuidada y la disposición estructural más que interesante. Sin embargo, el tropezón de la tercera parte y la necesidad de saber más sobre Bioy (aunque también es interesante no saber más de él, quedarte con la duda) hace que esta novela no sea todo lo redonda que podía haber sido. Y aún y todo, funciona.

sábado, 20 de octubre de 2012

Historias de un Dios menguante - José Mateos

Nueve cuentos (yo aprecio un guiño a Salinger) componen este libro de relatos del poeta gaditano José Mateos. Nueve cuentos bien diferenciados en cuanto a temas, estructuras y estrategias narrativas, donde priman la prosa sencilla y directa y los silencios y el poso de amargura o de pérdida que queda tras la lectura de los relatos hace que te hagan volver al principio para volver a leerlos.

El volumen se abre con Alexis y la razón histórica, donde un terrorista arrepentido piensa en dejarlo y vivir junto a su familia mientras conduce, junto con otro compañero, una furgoneta llena de armamento. ¿Cuándo ocurre lo imposible? trata de un profesor francés que va a dictar un curso de verano en El Escorial durante los últimos años del franquismo. El profesor, en otra época más idealista, vive una existencia gris y desengañada de la sociedad. En el curso conocerá a un joven estudiante que, de alguna manera, es él mismo cuando era joven. Por último, La piedad, retrata la relación de una madre y una hija a lo largo de toda su vida. Estos tres relatos, los tres primeros, son los de mayor fuerza.

Le siguen Hora de cobrar, donde se juega con el lector que cree asistir a un relato de mafias y que finalmente Mateos le da la vuelta al argumento. Este cuento consigue mantener el suspense en el lector. La cueva sin eco, que trata sobre la pérdida de la esposa; Viñetas del lado oscuro, que nos muestra en pequeñas pinceladas la decadencia y destrucción de dos yonquis; La voz de la sangre, un relato desgarrador sobre un padre militar que participó en una emboscada en Bosnia y se lo cuenta, a petición, al hijo; Fútbol, sobre los entresijos de la prostitución de menores; y El tratamiento, donde Mateos desmonta de nuevo las expectativas que nos habíamos formado en el primer párrafo.

De esto se deduce que la característica más sobresaliente de este libro de cuentos es la mirada, siempre acertada, con la que José Mateos aborda estos nueve relatos.

jueves, 18 de octubre de 2012

Ciudad abierta - Teju Cole

Colocando novedades en la librería me topé con este título. Puede que fuera la portada, una fotografía de Catalá-Roca; el nombre del autor, Teju Cole que ni me sonaba ni podía imaginar de dónde venía ese extraño patronímico; el título: Ciudad abierta sí, pero ¿qué significa?; o puede, incluso, que por el traductor, Marcelo Cohen, el caso es que en lugar de insertarlo en la "C", le di la vuelta y me puse a leer la parte posterior. A mitad de lectura me cansé (no me gusta mucho hacer este gesto, el leer las contraportadas de los libros), abrí el libro por la primera página y leí los dos primeros párrafos. Estaban bien narrados, poco más podía decir a esas alturas. ¿Y Teju Cole? Es de origen nigeriano y vivió allí los primeros diecisiete años de su vida. Para saber qué significa ciudad abierta tenía que leer el libro (perdón por mi ignorancia pero no sabía de su significado en materia política).

Como no podía ser de otra manera me compré el libro.

Julius es un joven nigeriano afincado en Nueva York que trabaja como residente psiquiátrico. En su tiempo libre se dedica a vagar por las calles sin dirección, lo que permite echar a volar su mente. Toda la novela es una reflexión monologada de algunos de los aspectos más importantes de nuestros días; entre ellos la situación del mundo tras el atentado a las Torres Gemelas. En ese sentido, se da un más que interesante debate entre Julius y un joven marroquí que trabaja en un locutorio de Bruselas. En un bar, y junto a otros conocidos de Faruk, el marroquí, hablan de Palestina, Israel y el concepto de Europa:

"Es cierto, dijo Khalil, Europa no es libre. Hay una retórica de libertad, pero solo una retórica. Si dices algo sobre Israel, te taponan la boca con los seis millones. No lo estarás negando, ¿no?, me apresuré a decir yo, no estarás negando de verás la cifra, ¿no? No se trata de eso, dijo Khalil, se trata de que negarlo va contra la ley, y de que incluso va contra una ley no escrita cuestionarlo. Faruk estuvo de acuerdo. Si intentamos hablar de la situación de los palestinos, nos vienen con los seis millones. Los seis millones: fue una tragedia horrorosa, claro, seis millones, dos millones, un ser humano, siempre está mal. Pero, ¿qué tiene que ver con los palestinos? ¿Es está la idea europea de libertad?
Aunque no había alzado la voz, había en esas palabras una intensidad palpable. ¿Los palestinos construyeron los campos de concentración?, dijo. ¿Y que hay de los armenios: como no son judíos sus muertes significan menos? ¿Cuál es el número mágico en el caso de ellos? Yo te diré por qué importan tanto los seis millones: porque los judíos son el pueblo elegido. Olvida a los camboyanos, olvida a los negros norteamericanos, el de los judíos es un sufrimiento incomparable. ¿Y los veinte millones de muertos bajo Stalin? No mejora nada que te maten por razones ideológicas. La muerte es la muerte, así que, lo siento, los seis millones no son tan especiales. Me frustra todo el tiempo ese número, un número sagrado que, como dijo Khalil, se usa para terminar todas ls discusiones. Los judíos lo usan para callar al mundo. A mí me importa un bledo la cifra exacta. Toda muerte es sufrimiento. Otros también han sufrido y en eso, en sufrimiento, consiste la historia".

En otras ocasiones Julius reflexiona sobre la incomunicación en la que parece que vivimos, rodeados de gente y a la vez sintiéndonos tan solos:


"Tintinearon las llaves, él entró en el apartamento ventiuno y yo en el ventidós. Cerré la puerta y oí que también se cerraba la suya. No encendí la luz. En la habitación de al lado había muerto una mujer, había muerto al otro lado de la pared, y yo ni me había enterado. No me había enterado en las semanas en que el marido estaba de duelo, ni cuando lo saludaba con la cabeza y auriculares en los oídos, ni cuando doblaba mi ropa en la lavandería del edificio mientras él usaba la máquina. No lo conocía tanto como para preguntarle cómo estaba Carla y no había notado la ausencia de ella. Esto era lo peor. No había notado ni su ausencia ni el cambio-tenía que haber habido un cambio-en el ánimo de él. Ya no era posible, ni siquiera ahora, llamar a su puerta y abrazarlo, o tener una conversación larga. Habría sido una farsa de identidad".

Así, divagando sobre la vida, va desgranando pequeños recuerdos de su infancia, su formación militar, sus amigos, o la mala relación con su madre.

Llega un punto en que la novela, igual que empieza se acaba. Porque en esta novela no hay tramas al uso, solo un dejarse llevar por la mente de un personaje lúcido y reflexivo.

viernes, 12 de octubre de 2012

La tienda y la vida - Isabel Sucunza

Quien más, quien menos, ha tenido diferentes trabajos basura mientras hacia la carrera. Quien más, quien menos, sigue teniendo los mismos trabajos basura una vez finalizada la carrera y darnos de bruces con la realidad, esa que no es como te la esperabas/te la pintaron. Llevo más de diez años de trabajo en trabajo (en una cadena de producción de sándwiches, de reponedor en un centro comercial, en diferentes librerías...) y siempre, mientras que estaba en mi jornada laboral, pensaba en cualquier otra cosa menos en mi trabajo. El trabajo lo hacía, lo sacaba adelante y nunca han tenido quejas de mi, pero lo que no pueden hacer es pretender que mi mente esté con ellos. Siempre ando disperso, reflexionando a raiz de la entrada de determinado cliente, pensando en lo extraño que es el mundo, en que cada persona viene de su padre y de su madre; en definitiva, divagando de lo divino y de lo humano. Por eso no he podido sentir más empatía por este libro.

Isabel Sucunza, me refiero al personaje, entra a trabajar en la tienda de ropa de su hermano, por dos semanas, supliendo a la chica que normalmente trabaja allí. Aprovecha la ocasión para comenzar un dietario en el que plasmar sus experiencias como dependienta pero, lejos de contar el día a día de su yo físico (digámoslo así), esto es, las tareas propias que realiza una dependienta (que también lo cuenta, pero como mero detonante para pasar a otras cuestiones), lo que se nos relata aquí es el yo mental (digámoslo así, de nuevo). Es decir, que en realidad la tienda es un mero MacGuffin hitchconiano para pasar a otros asuntos de mayor relevancia: Catalunya y lo catalán (centrándose especialmente en su cultura), las relaciones de pareja, el fracaso o la dualidad Bien-Mal.

La fuerza de este libro radica en la mirada lúcida de la autora, que consigue plasmar con apenas unos apuntes aparentementos sencillos una profunda reflexión; y viceversa, hasta el hecho más nimio tiene un tinte de solemnidad.

jueves, 11 de octubre de 2012

Medusa - Ricardo Menéndez Salmón

Uno. A menudo nos preguntamos, cuando vemos imágenes violentas en la televisión, si es necesario que nos muestren los cadáveres ensangrentados del último tiroteo de cualquier ciudad del mundo. Si realmente es de recibo ver un cuerpo descuartizado cuando nos comunican que ha estallado un coche bomba, o que alguien se ha inmolado. Es cierto aquello de que una imagen vale más que mil palabras (hasta un límite), pero no es menos cierto que basta con mostrarnos el caos reinante en la zona para saber que allí ha habido una catástrofe.

Dos. Hay una foto tomada por Kevin Carter que causó un gran revuelo cuando fue tomada allá por el año 1993. Es la famosa instantánea en la que un niño parece aturdido mientras que un buitre permanece al acecho. El fotógrafo recibió fuertes críticas por no hacer nada, por ser un "aprovechado" de la situación, hacer su foto y ganar el Pulitzer con ella. Meses después, Carter se suicidó y nació toda una serie de mitología en torno a que la razón principal de su sicidio era la foto de marras. En más de una ocasión se han desmentido estas teorías, pero, sin embargo, sí que podemos leer en su nota de suicidio que: "estoy atormentado por los recuerdos vividos de los asesinatos y los cadáveres y la ira y el dolor (...) del morir del hambre o los niños heridos", lo que cabe suponer que, por mucho que sea un oficio y estés acostumbrado a ello, mostrar el Horror tiene que agotar mentalmente.

Estas dos cuestiones giran en torno al último libro de Ricardo Menéndez Salmón: enmascarado en forma de biografía de la vida y obra de Karl Gustav Friederich Prohaska, fotógrafo, pintor y cineasta, Menéndez Salmón nos propone un recorrido por la Europa del siglo XX, desde los estrertores de la I Guerra Mundial hasta las bombas de Hiroshima y Nagasaki, pasando por el nacimiento y auge del nazismo. Prohaska dejará plasmado, a través de sus obras, todo este vendabal de sinsentido, muerte, odio y destrucción. Y todo ello, sin plantearse en ningún momento si lo que está ocurriendo delante de sus ojos lo podría haber evitado, si podría hacer algo para invertir esa situación. Sin preguntarse qué consecuencias puede tener esas acciones para el futuro de la Humanidad.

Pues bien, este ensayo, que presentado en forma de novela le permite a Salmón un cierto acercamiento para con el lector, no es otra cosa que la biografía de todos y cada uno de nosotros. Al igual que el Prohaska biografiado en el libro, estamos hartos de ver imágenes duras a través de los medios de comunicación, vemos como el mundo se tambalea a nuestro alrededor y como pensamos que no podemos hacer nada para remediarlo, así que mejor me quedo como estoy. Salmón plantea hasta qué punto no somos responsables, con nuestro inmovilismo, de todo lo que está sucediendo.

martes, 9 de octubre de 2012

Nostalgia - Mircea Cartarescu

La primera vez que vi el nombre de Cartarescu impreso en un libro trabajaba en una librería de un barrio castizo de Madrid donde parte del fondo se basaba en libros descatalogados y la clientela fija consistía en personas mayores, generalmente hombres de unos sesenta años en adelante que buscaban cualquier libro que costara cinco euros o menos. Entre el servicio de novedades, mientras que abría cajas, descubrí un par de ejemplares de El ruletista. Cogí uno, lo dejé en el mostrador y seguí dando de alta y colocando libros. A media mañana había terminado así que, como estaba solo y no había mucho más que hacer, me puse a leer. Afortunadamente durante toda la lectura no entró nadie en la librería: pude leer el cuento de Cartarescu de un tirón. Ahí estaba el hombre sin suerte que amasa una fortuna gracias al azar. Por supuesto, la primera en saber del descubrimiento fue mi compañera de trabajo que venía por las tardes. Esa misma tarde se leyó el libro y al día siguiente comentamos qué nos había parecido. Luego tuvo la suerte de que el propio Cartarescu le firmara en la Feria del libro de Madrid.

Fue tal el impacto que me causó el libro que decidí pedir algunos ejemplares más y ponerlos junto a la caja registradora.Cuando la gente venía a pagar siempre hojeaban los ejemplares. La cuidada edición, el pequeño formato, la cara sonrosada, llamaban la atención. Cuando me preguntaban qué era y de qué iba me lanzaba a explicarles qué tipo de libro tenían entre sus manos. Sea como fuera, en esa librería se vendieron seis o siete ejemplares, cantidad más que llamativa teniendo en cuenta el tipo de librería que era. Supongo que parte de la culpa la tuvo el hecho de que yo me mostrara entusiasmado al hablar del libro. Y ese entusiasmo se mantuvo vigente cuando publicaron Lulu. Y ahora, que vuelvo a trabajar en una librería, ando como un loco dispuesto a descubrir a Cartarescu a más gente.

Porque leer a Cartarescu es una experiencia (a pesar de lo grandilocuente que puedan sonar estas palabras); es dejarse arrastrar por un mundo que bebe tanto de la realidad como del sueño, de lo cotidiano como de lo fantástico; donde una historia da lugar a otra y esta, a su vez, a otra más. De ahí que las arañas y, sobre todo, su tela, esté presente en casi todas sus narraciones, porque todo está tejido, interconectado entre sí, forman un todo. Incluso los relatos que componene este libro (para mi hay alguna novela corta más que relato) tienen puntos en común, interactúan entre ellos, incluso con Lulu, personaje que aparece nombrado en uno de los cuentos.

El libro está dividido en tres partes: El Prólogo, compuesto por El ruletista, y el Epílogo, cuyo cuento lleva por título El arquitecto, y que me parece el más kafkiano en su composición. La parte central, Nostalgia, lo forman dos piezas como El Mendébil y Los gemelos y la obra maestra, REM. Este nucleo está caracterizado por la temática que, como el propio título indica, hace alusión a los recuerdos, a la infancia, a la añoranza de aquellos años que ya no volverán. Donde todo era posible, donde el mundo real se daba de la mano y cohabitaba con el de la fantasía.

Sé que no he hecho una reseña del libro, pero es difícil hablar de algo tan bueno. Cualquier cosa que comente no va a llegar a la sensación que se experimenta al leer a Cartarescu y si la editorial Impedimenta nos facilita la fuente (con un gran tradución de Marian Ochoa de Eribe), ¿quién soy yo para hablar de ello?