lunes, 27 de enero de 2014

Fauna - Mario Levrero

"Era un sueño borrascoso, cargado de significados ocultos. Cuando sonó el teléfono, el sonido introdujo momentáneamente en el sueño, modificando algunas imágenes, torciendo el sentido de la historia que quería representarse, y maldito si puedo recordarla; pero al fin consiguió rasgar el velo onírico y llamarme a eso que llaman la realidad".

Así empieza esta novela del escritor uruguayo, editada en Random Argentina, para variar. En este párrafo podemos encontrar toda la esencia levreriana de su segunda etapa. El sueño, la vigilia, la delgada linea que separa ambos mundos y las convergencias que se producen entre el mundo "real" y el mundo onírico.

Quien llama al teléfono es una mujer rubia que le pide que vigile a su hermana. El protagonista ha escrito algunos artículos de parapsicología en el periódico y la mujer rubia cree que es la persona ideal para proteger a su hermana de Monsieur Victor, un mentalista influyente. Dice que ha acudido a él porque tienen un amigo en común. Cuando la mujer rubia se va, el protagonista ya ha quedado prendado de esta especie de femme fatale. Ya tenemos otro elemento característico en la obra de Levrero: la parodia de las novelas policiales, esas que tanto leía el autor de La novela luminosa.

Comienza así el vagabundeo del alter ego de Levrero en busca de la hermana de Fauna (nombre con el que bautiza a la rubia). Lo primero, busca una sustituto para el quiosco en el que trabaja. Después se echa a andar y para en más de una ocasión en establecimientos de máquinas recreativas donde nos describe de manera minuciosa el funcionamiento de dos máquinas diferentes de pinball. El propio Mario Levrero era un gran aficionado a los juegos electrónicos.

Sin entrar en más detalles para que no se venga abajo la historia, podríamos decir que Fauna es una gran novela corta, como todas las obras de Levrero, pero que para leer estas últimas obras suyas que estoy leyendo primero tienes que estar entregado a su mundo. No me imagino a nadie empezando por estas obras y quedándose prendado de su prosa. 

lunes, 20 de enero de 2014

Por el camino de Swann - Marcel Proust

Siento que cuando termino un clásico de alguna manera pago una deuda que tenía pendiente. La sensación es mucho más desagradable cuando no puedo terminarlo, aunque este no ha sido el caso.

Me resulta muy difícil hablar de un libro del que ya se ha dicho de todo. ¿Qué decir de una obra maestra de la literatura que no se haya dicho ya? En realidad, nada. Además, que uno llega aquí para plasmar una serie de reflexiones poco meditadas sobre determinada obra, lee a Proust y se pregunta qué puede decir para no parecer un completo incompetente. Poco o nada. Pero allá vamos.

En busca del tiempo perdido, la primera de las siete novelas que componen la monumental En busca del tiempo perdido, se inicia en la época infantil del protagonista, alter ego del propio Proust, y finaliza en la preadolescencia del muchacho. Así, de la mano del niño Proust, vemos a un chaval enfermizo y poético, con una mirada diferente, que quiere ser escritor. Con él recorremos los caminos de Swann, esos largos paseos que daba junto a su familia los veranos en Combray. El joven Marcel sufre cuando hay visitas y su madre no sube a darle un beso de buenas noches. En la tercera parte de la novela Marcel es ya un joven que se enamora de Gilberta, la hija de Carlos Swann, personaje principal de la segunda parte del libro y uno de los personajes más humanos con los que me he podido topar.

Esta segunda parte, Unos amores de Swann, da cuenta del proceso de enamoramiento desde el inicio mismo en el que sientes atracción por otra persona, hasta la desilusión final de ver que esa persona no es como tú esperabas que fuese. La idealización, la obsesión, el cariño, la amistad y los celos son temas que se abordan en esta parte central de la novela. El burgués y refinado Carlos Swann se ha ido a enamorar de la joven Odette, la cual lleva consigo una serie de historias de dudosa catadura moral hacia su persona. Esta parte me parece, con diferencia, la mejor del libro por cómo expone Proust las pulsiones sexuales de la pareja y la definición psicológica que hace de los personajes, tanto Swann como Odette. Si bien es cierto que este rasgo es característico en todo el libro. Los personajes tienen una profundidad y son tan contradictorios que uno siente que cobran dimensión y se les puede tocar.

En cuanto a los aspectos negativos, si es que los tuviera, estarían las morosas descripciones en algunos casos, algo, por contra, muy común en las narraciones de principios del XX en toda Europa y que, a pesar de que a veces te saca un poco de la obra por la minuciosidad excesiva, no impide el puro placer de deleitarse con este libro.


lunes, 13 de enero de 2014

Aguas salobres/Los muertos - Mario levrero

La editorial uruguaya Hum recoge en este volumen dos libros de relatos del genial Mario Levrero, Aguas salobres, de 1983; y Los muertos, de 1986, correspondientes a su etapa intermedia, antes de situar en sus escritos a un yo protagónico, alter ego del autor.

Aguas salobres lo componen cuatro relatos cuya extensión media ronda las veinte páginas.

Abre el libro el cuento Casa abandonada. En ella se dan cita hombrecillos de once centímetros que salen de los tubos de la instalación de gas; una despensa donde conviven cientos de especies de araña; un ente, "ello", que no se sabe cómo es pero que vive en el altillo; mujercitas desnudas que salen del grifo y toman el sol en la jabonera; una lombriz interminable que sale del bidé; huracanas cuyo epicentro es el salón de la casa; la intuición de que un unicornio pasta en el jardín. Levrero en estado puro.

Las sombrillas, comienza cuando la niña de la casa donde viven diferentes personajes anuncia que "nohaymar", esto es, que ha desaparecido el mar. Preparan una expedición, casi un éxodo a través de la arena húmeda y ondulante donde antes descansaba el mar. Poco a poco, los personajes van desapareciendo.

En Aguas salobres un feto que ha logrado sobrevivir gracias a los cuidados de una cerda domina a todo un pueblo costero. En este relato, Levrero inventa toda una religión igual de coherente que el resto de las existentes. Hasta esboza una pequeña hagiografía.

Por último, Noveno piso, se inicia con el protagonista queriendo subir hasta ese piso. El ascensorista se apuesta con él a que no llegará arriba. El hombre se queda extrañado por la apuesta pero, en efecto, el ascensor se cae al vacío por el peso de sus ocupantes así que el hombre decide trepar por el hueco del ascensor para reunirse con la persona con la que había quedado. Y llega, pero tarde. Muy tarde.

Por su parte, Los muertos, se compone de tres relatos. El primero de ellos, el que da título al libro. El protagonista oye un disparo cuando está solo en casa de sus tías: el inquilino con el que conviven se ha suicidado. Sin saber muy bien qué hacer, sale a la calle. El tiempo va pasando y cada vez le parece menos conveniente ir a comunicar lo sucedido a la policía por si le acusan de haber tardado tanto o le interrogan.

En Espacios libres, un hombre busca a una prostituta que se ha ido de su casa desnuda. En un bar se encuentra con un grupo de gente que se une a esa búsqueda. Da comienzo una especie de road movie etílica e hilarante en busca de un perro rastreador capaz de encontrar a la prostituta.

Por último, Algo pegajoso, es un cuento de tres páginas donde la primera mitad habla de un caramelo y del envoltorio que se le pega en la palma de la mano y la otra mitad narra el encuentro casual con Antonieta a la que hacía seis años que no veía.

Estos tres relatos están ya mucho más próximos al Levrero de la segunda etapa, mucho más mesurado y menos dado al surrealismo, aunque dejándose llevar por la narración.

Si bien es cierto que algunos de los cuentos no he llegado a comprenderlos ni tan siquiera después de haberlos leído un par de veces, otros, como Aguas salobres o Los muertos son auténticas joyas que se merecerían mucho más espacio en la historia de la literatura hispanoamericana.

martes, 7 de enero de 2014

Todo el tiempo - Mario Levrero

Sin proponérmelo, esta es la tercera vez que acabo el año leyendo a Mario Levrero. Supongo que se deberá a la parte surrealista y grotesca de estas fechas navideñas, tan disparatadas que todo es posible, al igual que en la narrativa del escritor uruguayo. La novela luminosa en 2011; la relectura de la Trilogía involuntaria en 2012; y, ahora, Todo el tiempo, conjunto de relatos que compré vía Internet a una librería uruguaya hace casi un año.

El libro fue publicado en 1982, justo después del último título que cierra la Trilogía involuntaria, esto es, El lugar. O, lo que es lo mismo, en plena primera etapa levreriana, donde trataba de imitar, él mismo lo reconoció, el estilo de Franz Kafka. Si bien es cierto que donde más se aprecia la influencia del escritor checo es en el libro La ciudad, aún se puede rastrear el influjo de este en Todo el tiempo, aunque Levrero ya va puliendo su particular estilo, aquello que el crítico Ángel Rama llamó el grupo de "los raros" y que incluye a Felisberto Hernández, entre otros.

El libro está compuesto por tres narraciones de extensión media, entre treinta y sesenta páginas.

Alice Spring es el primer relato. Hace referencia a un pueblo australiano adonde llega un circo magnético regentado por Mariarrosa, una mujer-niña, y su padre inmortal tras vencer a un autómata en una partida de ajedrez. El tonto del pueblo, el gigante y bonachón Dante, se enamora perdidamente de Mariarrosa y prometen casarse cuando el circo regrese a la ciudad. El segundo capítulo de este relato largo comienza con la llegada del narrador a la ciudad. Un escritor mediocre que llegó por amor y ahí se quedó, plantado y deseando regresar a Uruguay pero sin un duro en el bolsillo. Comparte buhardilla con Dante y juntos intentan ahorrar para conseguir el pasaje a su país. Todo cambia cuando conoce a Marie, una francesa por la que está dispuesto a matar al marido, atracar un banco o irse con ella a París, como finalmente ocurre. Una vez en la capital francesa, el narrador descubre por casualidad el circo magnético del que tanto ha oído hablar a Dante. Dentro se desarrollan una serie de escenas encadenadas de manera surrealista. Por último, el circo regresa a Alice Spring, cerrando así el círculo y el relato.

Este primer cuento tiene dos características poco levrerianas. El primero, un desarrollo bastante realista para la obra de Levrero, salvo cuando el narrador se encuentra en el circo magnético; y el segundo, la tercera persona del narrador en el primer capítulo del cuento, si bien es cierto que en realidad es un engaño, puesto que el narrador está camuflado de narrador omnisciente, cuando en realidad es un narrador protagonista.

El segundo cuento es el más extenso y el mejor de la colección, al menos en sus dos primeras partes. Luego la acción de dispara en múltiples direcciones y no sabes por donde va a ir. Se titula La cinta de Moebius. Aquí vemos a Levrero en estado puro. Imaginación desbordante, concatenación de acontecimientos, sensualidad, sexualidad. A los padres del protagonista les ha tocado un viaje para recorrer Europa. Discuten si es conveniente que vaya el niño o no. Al final va y, por diferentes compromisos, buena parte de la familia y amigos se acaban uniendo a la expedición. Por el camino van muriendo algunos, otros se quedan en puntos intermedios a guardar luto por los difuntos. Nada de esto importa, todo ocurre con total (a)normalidad. Hasta la llegada a París, el relato es una delicia, está muy bien estructurado, los episodios breves e hilarantes tienen mucha fuerza. A raíz del encontronazo del protagonista con una prostituta, el cuento pierde fuerza pero, sobre todo, unidad. Aparece algún personaje salido de la chistera que no aporta prácticamente nada. Si fuera un cuento por si mismo quizás tendría más valor, pero al tratarse de una parte dentro de un todo, hace que cojee. Aún así, se trata de un gran relato.

Por último, cierra el libro el cuento que da título al volumen, Todo el tiempo, el más enrevesado y de dífícil comprensión. Al inicio el protagonista es atacado por un tigre en el laboratorio de un amigo. Luego da paso a otras cuestiones y comienza a hablarnos de su familia y de las diferentes casas que tiene. Nos planteamos si no será que el protagonista está muerto y se está reuniendo con antiguos familiares también fallecidos pero el propio narrador lo desmiente a lo largo de las páginas.

Tres cuentos, los primeros que me leo de Levrero, que siguen haciéndome preguntar para cuándo se tratará con respeto y se editará la obra de uno de los mejores escritores uruguayos, junto con Onetti y Felisberto Hernández o Quiroga, de todos los tiempos.