viernes, 22 de febrero de 2013

Peaje - Julio de la Rosa

Jose trabaja en un peaje de la carretera que une Sevilla con Cádiz. El precio de la tarifa, seis con cuarenta, por favor y gracias son las palabras que más repite a lo largo del día. Ve pasar a cientos de conductores a diario pero apenas interactúa con ellos unos segundos. Este aburrimiento le lleva a inventarse la vida de las personas que viajan en sus coches, intenta mantener una conversación con ellos, pero no todos están dispuestos a colaborar.

Cuando no pasa nadie por la cabina, lee obituarios de periódicos atrasados y reflexiona sobre su vida.

La novela me ha recordado en algunos aspectos a otra novedad editorial que leí no hace mucho: La tienda y la vida de Isabel Sucunza por esa manera de mezclar un espacio real y muy definido como es el puesto de trabajo, con otro mundo mucho más enriquecedor como es la mente de sus protagonistas. Ambos tienen la necesidad de escapar de allí y, ya que no pueden hacerlo físicamente, al menos que se pueda llevar a cabo metafóricamente.

La prosa de Julio de la Rosa es rápida, ágil, con mucho humor negro. Pretende ser ligero, pero enmascara una profundidad que deja poso.

sábado, 9 de febrero de 2013

Ceremonias de interior - Ignacio Ferrando

Con este libro obtuvo Ignacio Ferrando el XVI Premio Tiflos de Cuento que otorga la ONCE. Corría el año 2006 y era el segundo libros del autor, aunque ya había consechado diferentes premios por relatos sueltos.

Como quiera que he leído los libros de cuentos de Ignacio desde el más reciente La piel de los extraños, después su libro anterior, Sicilia, invierno, para llegar ahora a este libro, con el que se dio a conocer de manera más general (si omitimos su primer libro, Historia de la mediocridad, libro descatalogado que no descarto hacerme con él por puro fetichismo y por ver dar los primeros pasos de un gran escritor del que si sigue en esa línea ascendente se seguirá hablando de él en quince años), es curioso el efecto que se produce al ver a un autor desde el presente y hacia el pasado.

Lo primero porque pisamos en terreno ya conocido. Sabemos que sus últimos trabajos son buenos, con voz propia aunque algo herméticos. Así, aunque descubramos que en sus primeros textos, al menos en este libro, el autor parece andar sobre seguro, arriesgarse poco y construir de manera sólida y fiable, no podemos reprocharle nada porque ya ha superado esa etapa. No es como cuando te encuentras con un autor novel y esperas a que saque otro libro para ver si ha pulido sus fallos y si se ha convertido en el escritor que apuntaba ser o fue todo fruto de algo más casual. Aqui ya lo sabemos, Ignacio Ferrando es un gran cuentista y ponerle como pega que no deja más margen de libertad al cuento y que este está un poco comprimido, me parece el mejor defecto que te pueden sacar. De hecho si se da la vuelta es un acierto: Ignacio Ferrando sabe cómo construir un relato, lo tiene todo atado y no deja ningún cabo suelto. Si a esto le sumamos que tiene una voz personal asentada en la realidad (que no en el realismo) con ecos cortazarianos, ya es convertir esa pequeña tara en uno de los mejores elogios que te pueden decir como narrador.

En cuanto a la docena de cuentos, cabe destacar Bañera, por la delicadeza de la historia; Yardbird, por la composición del personaje protagonista; o Doble pirueta, por el tempo del relato. También son grandes cuentos La mirada del tuerto, aunque es un cuento de metáfora sencilla e historia clásica; por no hablar de los guiños a la literatura como en Incapaz de verla morir, donde Anna Karenina cobra vida, u Otro artista del hambre, donde Franz Kafka se pasea por la feria del libro de Madrid y tiene diálogos muy divertidos con el protagonista del relato.

En definitiva, grandes relatos que ya dejaban entrever al gran escritor. La piel de los extraños es uno de los mejores libros del año (2012) y, posiblemente esté entre los mejores del 2013.

jueves, 7 de febrero de 2013

París era una fiesta - Ernest Hemingway

Lumen reedita, con gran acierto y mucha clase, este libro cumbre en la historia de la literatura universal ya no solo por tratarse del autor que se trata, sino porque habla de sus primeros años en ese París irrepetible donde se daban cita mucho de los grandes nombres de la Literatura Universal, tales como Ezra Pound o Francis Scott Fitzgerald.

Hemingway nos desgrana de manera fragmentaria pequeños recuerdos de la capital francesa: su método de trabajo; la felicidad que compartía con su primera mujer, Elizabeth, a pesar de que pasaban bastante hambre y eran pobres; las visitas continuas a la casa de Gertrude Stein; o el viaje que realiza con un  irritante Scott Fitzgerald para recoger el coche de este a otra ciudad.

Un libro que trascurre en la  rive gauche, donde Hemingway se acercaba al jardín de Luxemburgo a pasear y donde hacía una parada en la librería Shakespeare and company para hablar con Silvia Beach y llevarse un montón de libros de autores rusos.

A pesar de que la situación económica no era muy favorable, es un libro positivo, divertido, donde tiene más fuerza las ganas de conseguir algo (en este caso las ganas de Hemingway de escribir y ser escritor), que el resultado final, ya que por aquella época no es que fuera la figura literaria que posteriormente fue; más bien se ganaba la vida con reportajes para diversas publicaciones, lo que le permitía viajar con bastante regularidad. El hecho de que este libro tenga un carácter tan amble se debe, sin duda, a que está escrito muchos años después de los años veinte, cuando Hemingway es ya reconocido mundialmente y, se podría decir, que ha conseguido su objetivo. Quizás por ello, al volver la vista atrás recuerda aquella época con cariño y cierta nostalgia. Otra cosa hubiera sido, a buen seguro, que estas páginas estuvieran escritas a la par que ocurrían los hechos, a modo de diario, donde la necesidad de comer se impondría a la bohemia vista desde el acomodamiento cubano, donde Hemingway escribió este libro.

No obstante, esto no desmerece un ápice este magnifico libro que ya tenía ganas de leer.

domingo, 3 de febrero de 2013

Cuatro por cuatro - Sara Mesa

En el Wybrany College unas niñas se han fugado, pero en seguida las encuentran. Las niñas finjen y se excusan diciendo que solo era un juego, que querían llegar a la ciudad más próxima al internado pero que luego iban a volver. En la institución, en lugar de castigarlas, se cambian las reglas, lo que antes estaba permitido ahora no lo va a estar.

Este es el punto de partida de la última novela de Sara Mesa, finalista del pasado Premio Herralde de Novela. De manera fragmentaria y alterada en el tiempo, se va dando voz a diferentes alumnos y profesores del extraño internado. Descubrimos que algunos niños pertenecena familias acaudaladas y otros están becados a cambio del trabajo que realizan sus padres en el propio centro. Como en todo colegio, hay alumnos más populares que otros y profesores más estirados y exigentes que otros. Pero poco a poco, y solo a través de pequeñas pinceladas vamos descubriendo que allí pasa algo. Ese algo que es el miedo a lo exterior, y la tensión latente en el interior que se manifiesta por medio del silencio. Esta primera parte es coral.

En la segunda parte del libro, un profesor sustituto llega al centro. Lleva un diario personal donde anota su día a día. Pronto descubre que hay algo podrido en ese entorno.

Con una prosa cuidada, límpia y llena de matices, Sara Mesa consigue construir un ambiente a ratos sórdidos, a ratos inquietante y a ratos repulsivos, todo ello sin mostrar de manera literal ningún elemento claro para sentir ese rechazo casi visceral, solo insinuando y dando pequeños detalles que hacen que te estremezcas de puro rechazo.

El cartel de personajes que pululan por el libro, sin llegar a ser vasto sí que es amplío y variado; sin embargo, Sara Mesa consigue crear diferentes personajes no solo creíbles sino además perfectamente perfilados e, incluso, algunos de ellos inolvidables, como la Poquita.

De marcado carácter expresionista, como ocurría en su dos obras anteriores Un incendio invisible y El trepanador de cerebros, los personajes son seres con alguna especie de tara que todos llevamos, pero que en las novelas de Sara Mesa se multiplica de manera exponencial.

La tensión latente permanece inalterable a lo largo de la novela, haciendo que te revuelvas incómodo mientras lees algo relativamente cotidiano pero sabiendo que a la vez se esconde algo perturbador. Las novela es, pues, desasosegante, donde el ambiente y el escenario es el verdadero protagonista de la obra.