lunes, 5 de marzo de 2012

Segunda residencia - Margarita Leoz

Margarita Leoz es heredera de la mejor narrativa norteamericana, esa que tiene como piedra angular a Carver, Cheever o Ford, amén de Wolf, y que tiene sus orígenes en Hemingway y, antes, en Chejov, y cuyo representante español más destacado, pero no por ello más reconocido, es Gonzalo Calcedo. En sus cuentos no se narran grandes acontecimientos; no se producen epifanías deslumbrantes; ni siquiera sus personajes parecen cambiar mucho. Se podría decir, incluso, que en muchos de estos cuentos el cambio es precisamente que no hay cambio.

Sin supersticiones, trece son los relatos de los que se compone este libro. En cinco de ellos la vida en pareja es la protagonista. Cinco parejas que están prácticamente rotas pero que siguen avanzando a fuerza de cotidianidad. Nadie se planta, nadie decide romper, aunque hayan tenido una aventura con otra mujer (Segunda residencia); la vida en común no era como la esperaban (Trajes granates al fondo del armario); o simplemente tu novio te resulte insoportable (Burbujas de cristal).

En otros dos cuentos (Estarán de obras y Llamaradas) se da un amor solo de ida. En ambos casos, el protagonista es un chico universitario, atraído en el primer caso por una compañera de facultad más mayor que él y en el segundo por su prima, con la que ha crecido. En realidad, más que amor, al menos en el primer cuento, lo que se da es una especie de aliciente a su insulsa vida. Como para probar, para tener algo de lo que preocuparse. En el segundo cuento puede que el protagonista sí que esté enamorado de su prima, pero también es un amor platónico acentuado ante la inminente boda de ella.

Por último, podríamos agrupar otros cuatro cuentos en los que sus protagonistas, todas ellas mujeres, viven una vida solitaria como doctora que se enfrenta, aunque de pasada, a sus años de infancia (En qué nos hemos convertido); como profesora (Callos a la madrileña y No es de verdad); o como fotógrafa (¿Te gusta Debussy?).

Algo que me ha parecido muy positivo y que vengo observando en las escritoras es la alternancia de narradores en primera tanto masculinos como femeninos. Los escritores normalmente escriben solo desde el punto de vista del hombre; cuesta ver un cuento o novela escrito por un hombre bajo el prisma de una mujer. Este caso en las escritoras no se da con tanta frecuencia. Una hipótesis apresurada puede apuntar hacia la formación. La historia literaria (como todas las historias de todas las artes) tiene un marcado carácter masculino, por lo que, por un lado, a las escritoras les viene dado biológicamente el punto de vista femenino, mientras que en las lecturas realizadas, en un alto porcentaje, serán narradas por hombres.

Sea como fuere, Margarita Leoz utiliza tanto la primera persona como la tercera con protagonistas hombres o mujeres, dotando a sus cuentos de una pluralidad que parece decirnos que ni unos, ni otros, nos libramos de nuestros pequeños fracasos.

             

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