lunes, 31 de diciembre de 2012

Virginia Woolf - Michele Gazier, Bernard Ciccolini

Con esta biografía de Virginia Woolf la editorial Impedimenta comienza una nueva aventura en el mundo editorial, la de editar novela gráfica. La colección lleva por nombre El chico amarillo que, si estoy bien informado, es el nombre de la que es considerada la primera tira cómica de la historia.

Siendo Impedimenta amante como es de finales del siglo XIX (y comienzos del XX); tener debilidad por la literatura anglosajona; y apostar por un gran número de autoras (no hay más que echar un vistazo a su catálogo) casi parecía evidente (y consecuente) que el primer título de esta nueva colección se corresponda con una de las mejores novelistas de las letras universales.

Feminista, crítica literaria, editora y, obvio, escritora, esta gran autora padeció trastorno bipolar lo que provocó, en última instancia, su famoso suicidio. Todo amante de la literatura tiene en mente varios suicidios "memorables": Hemingway descerrajándose un tiro con una escopeta o Virginia Woolf llenándose los bolsillos de piedras y hundiéndose en el río Ouse figuran en la memoria colectiva de todo letraherido.

La autora, Michele Gazier, va dando pequeñas pinceladas de la vida de Virginia Woolf mientras que Bernard Ciccolini pone la imagen: gran variedad de colores suaves y líneas estilizadas.

He de decir que las primeras páginas no me han inspirado gran confianza, lo veía todo muy simple, muy esquemático, pero una vez pasado este pequeño escollo, descubrimos bajo esa capa de narración con cuentagotas la angustia vital que sentía Virginia Woolf. Así, vamos pasando páginas y cada vez nos metemos más en la piel de la protagonista, la muerte de seres queridos, la sensación de no hacer nada con su vida, la inseguridad con sus escritos, el auge del nazismo. Todo va mermando poco a poco en la frágil mente de la escritora británica.

Lo bueno de un lectura es que te lleva a otras más. Así, he sentido la necesidad de profundizar más en la obra de esta gigante de las letras.


domingo, 30 de diciembre de 2012

Mis mejores lecturas del 2012

No soy muy dado a hacer listas, (de hecho el año pasado no publiqué ningún listado, aunque lo tengo colgado ahora, maravillas de Internet) sin embargo puede que a alguien le interese saber cuáles han sido las lecturas que más he disfrutado en este año que llega a su fin. No hablo de mejores libros editados en 2012 ni nada por el estilo, solo diez libros con los que he disfrutado. El orden es según lectura.

1. Prosas Apátridas, de Julio Ramón Ribeyro. Ed: Seix Barral.

2. Compañía K, de William March. Ed: Libros del Silencio.

3. Segunda residencia, de Margarita Leoz. Ed: Tropo Editores.

4. Aire de Dylan, De Enrique Vila-Matas. Ed: Seix Barral.

5. Todo, de Kevin Canty. Ed: Libros del Asteroide.

6. Un buen chico, de Javier Gutiérrez. Ed: Mondadori.

7. Una edad difícil, de Anna Starobinets. Ed: Nevsky Prospect.

8. Stoner, de John Williams. Ed: Baile del Sol.

9. Cazadores, de Marcelo Lillo. Ed: Mondadori.

10. Los ensimismados, de Paul Viejo. Ed: Páginas de Espuma.

11. Nostalgia, de Mircea Cartarescu. Ed: Impedimenta.

12. La tienda y la vida, de Isabel Sucunza. Ed: Blackie Books.

13. Ciudad abierta, de Teju Cole. Ed: Acantilado.

14. La piel de los extraños, de Ignacio Ferrando. Ed: Menoscuarto.

15. El diablo a todas horas, de Donald Ray Pollock. Ed: Libros del Silencio.

16. Nick Carter se divierte..., de Mario Levrero. Ed: DeBolsillo.

Como el año pasado (como hace un rato que he subido la entrada de 2011) en lugar de diez libros, he incluído dieciséis. Seis libros de relatos, siete novelas y tres libros a caballo entre varios géneros: Prosas apátridas, Compañía K, La tienda y la vida. Incluso el libro de Vila-Matas se podría considerar híbrido. Entre las cosas que llaman la atención, creo, es la inclusión de tres mujeres entre los mejores libros leídos por mí. Pocas listas pueden decir eso. Y que conste que me dejo fuera grandes lecturas de este año que salieron de la pluma de una mujer: Mercedes Pinto, Karin Boye, Eider Rodriguez o Bobi Ann Mason.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Pose - Alberto Olmos

He de reconocer que he leído pocas obras de Alberto Olmos, en concreto solo dos: Trenes hacia Tokio, que me gustó bastante; y Ejército enemigo, que si bien no me pareció una obra maestra, contenía algunas ideas interesantes.

Pose se compone de dos textos. El primero, Japón 2005, es un diario de la época nipona del autor segoviano, esa que transcurrió desde que fue finalista del Herralde con A bordo del naufragio, y la publicación de su sigueinte novela, Trenes hacia Tokio. Precisamente, este Japón 2005 es una especie de bonus track de Trenes, unas escenas eliminadas en el montaje final que también podrían haber sido una versión extendida, puesto que la estructura de Trenes daba para ello. Así, el narrador, alter ego de Alberto, va apuntando su día a día en el país del sol naciente.

Esta primera parte se recogió, junto con otro texto de Lolita Bosch, en la editorial Brutas editoras, cuya editora es la escritora chilena Lina Meruane.

El segundo texto que contiene Pose es México 2010. El protagonista, Alb, es un escritor ya más o menos conocido, que es invitado a la FIL a hablar de Segovia, su ciudad natal. Esta segunda parte me ha parecido más divertida, más ácida, más sarcástica.

Creo, o a mi me lo parece al menos, que el primer texto es de la época que pone en el título, es decir 2005, sin apenas cambios ni correcciones. De esta manera se hace más patente el salto de calidad y la mirada mucho más descreída del Alberto Olmos de México con respecto al de Japón.

miércoles, 26 de diciembre de 2012

La ciudad - Mario Levrero

Tras varios meses dedicándome principalmente a las novedades editoriales, llevo todo diciembre releyendo algunas de las lecturas que más me impactaron hace unos años y que me sirvieron para hacer un pequeño trabajo que no viene al caso mencionar. Así, empecé por Kafka, estoy ahora con Levrero, y quiero acabar con el Jakob Von Gunten, Ferdydurke y El astillero; además de la obra de teatro El tintero, de Carlos Muñiz. También me gustaría retomar los cuentos de Felisberto Hernández y Bruno Schulz y leer a Juan Emar, Pablo Palacios y Macedonio Fernández. Todo ello porque quiero profundizar un poco más en el ambiente enrarecido y algo marciano que, cada uno en su estilo, tienen estos autores, o estas obras en concreto.

La ciudad podría decirse que ha sido releída del tirón esta misma mañana. No hay nada como dejarse llevar por la lectura y darte cuenta de que ha pasado parte del día mientras estabas imbuido en otro tiempo y lugar. Aunque decir esto de La ciudad no deja de ser irónico.

Porque La ciudad no sabemos dónde está; suponemos que en Uruguay porque el protagonista al final de la novela compra un billete de tren a Montevideo. Pero poco más sabemos de estas pocas casas donde las calles están embarradas y La Compañía parece mover los hilos de todo lo que allí sucede. También hay un reglamento que no se debe incumplir, aunque no sabemos a ciencia cierta cuáles son los puntos de dicho reglamento.

En cuanto al tiempo, se corresponde con esa extraña medida que se da en los sueños, que pueden pasar en segundos o en días sin apenas transición. El tiempo interno trascurre en cuatro o cinco días, pero no tenemos muy claro si es en la actualidad, en un futuro o en un pasado.

Y todo empieza porque el protagonista llega a una casa llena de humedades y decide salir de casa a buscar queroseno. Comienza así una especie de road movie donde el protagonista viaja en camión, andando, en bicicleta  y finalmente en tren. Por el camino se encuentra con hombres que apenas hablan, mujeres sexualmente muy activas, camareros apáticos y hasta un conato de amigo que, sin embargo, se debe a sus obligaciones con La Compañía.

Como se ha podido apreciar, toda la peripecia, tanto en el fondo como en la forma, es muy kafkiana, pero el propio Levrero nunca tuvo ningún reparo en admitir que trató de imitar deliberadamente al escritor checo en la construcción de esta novela y que, mientras por las noches leía El castillo, por la mañana escribía La ciudad. Puestos a copiar hay que elegir el mejor modelo. Sin embargo, la gran diferencia con respecto a su homólogo centroeuropeo radica en que, donde en Kafka es todo asfixia y opresión expresionista, en Levrero es un dejarse llevar existencialista.

martes, 18 de diciembre de 2012

El desaparecido - Franz Kafka

Karl Rossman, un joven de diecisiete años que ha tenido una aventura con la criada, parte rumbo a Nueva York para empezar una nueva vida. Allí le espera su tío.

Este es el punto de partida de la novela El desaparecido del escritor checo Franz Kafka. Pero, antes de conocer a su tío, conoce al fogonero del barco que será juzgado por unos cuantos altos cargos. Nos encontramos ya, desde el principio, con un juicio al más puro estilo kafkiano, donde es imposible tener un resultado objetivo y, ni tan siquiera, defenderse de manera digna. Más tarde, al propio Karl Rossman le harán un juicio parecido trabajando como ascensorista en un hotel.

Antes de pasar por eso, Karl intenta, y parece conseguir en algunos aspectos, el gran sueño americano. La tierra de las oportunidades está a disposición de Rossman que, encarnada en la figura de su tio acomodado, tiene a su disposición todos los recursos necesarios para prosperar. Sin embargo, el tío pone fin a su relación con Karl tras incumplir este una orden tan absurda como poco autoritaria: le pide que no vaya a ver a un amigo suyo (de su tío), que lo deje para otra ocasión. Karl lo entiende, y los lectores con él, más como un consejo que como algo impuesto, así que se va a pasar la tarde con el amigo de su tío. Comienza así la segunda parte de esta novela.

Porque si antes había un atisbo de optimismo, una mínima esperanza por Karl, esta se diluye desde el mismo momento en que es "desterrado" por su tío. Comienza el vagabundeo, conoce a dos tipos extraños y, a pesar de que los abandona por un puesto en un hotel donde la cocinera mayor le protege, sabemos que el destino de Karl no es ser feliz. Tras el juicio comentado un poco más arriba, es despedido y tiene que lidiar de nuevo con los dos acompañantes y convivir con ellos y con una artista venida a menos. Esta convivencia produce los momentos más surrealistas y disparatados de la novela.

El desaparecido siempre me ha parecido la novela menos kafkiana de Kafka, por momentos más pausada y con personajes menos atrapados por las circunstancias que lo rodean. Por ello, también, es la novela que menos me gusta de él. Aunque siendo de Kafka, este detalle sobre las preferencias es nimio.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

El proceso - Franz Kafka

Recuerdo haber leído a Kafka en el instituto, La transformación (conocida como La metamorfosis por aquel entonces, y aún hoy en día). No me gustó. No entendí nada. La edición que manejaba venía con un par de escritos más: Un artista del hambre y Un artista del trapecio. Los leí por curiosidad y entendí menos aún.

Todo quedó ahí hasta que años después, en el verano de 2003, trabajé en un almacén en el típico trabajo de estudiante. En esos días calurosos, mientras esperaba el autobús, leí compulsivamente El proceso por primera vez, en una edición muy barata que compré en el rastro y que se iban despegando las páginas a medida que leía (hoy me parece una metáfora perfecta sobre la obra de Kafka).

Pasó un tiempo más y, ya en el 2005 se puede decir que leí de verdad y en condiciones a Kafka. Las novelas, los cuentos, los diarios. Quedé deslumbrado por la prosa, que si bien en ocasiones puede ser tosca, es magnífica. Incluso el hecho de que las novelas estén inacabadas me parece un acierto. El castillo acaba en mitad de una frase inconclusa. ¿Qué pasará con K? Se abre un abanico de posibilidades casi infinito.

Lo que más me gusta de la obra kafkiana es precisamente ese adjetivo tan usado en muchos casos para promocionar tal o cual obra. Ese punto absurdo dentro de una realidad estable, la burocracia que te impide avanzar, la reación de los personajes entre la apatía y el inmovilismo o la furia contenida y desatada en determinados momentos. Todo ello creo que en gran parte es el comienzo del existencialismo latente que se desarrollaría unos años más tarde.

Como en esta novela, donde la burocracia se instaura en patios de escaleras que recuerda las obras de Escher, en laberínticos pasillos mal ventilados, habitaciones minúsculas, donde tras una puerta de almacén se infligen castigos. Asistimos con la misma perplejidad que Josef K. a la imposibilidad de llegar a las instancias superiores, a saber siquiera por qué razón se le acusa.

Mención aparte merecen los personajes femeninos, siempre entre el acercamiento y el enamoramiento por parte del protagonista, por un lado, pero también un cierto rechazo hacia la femenino.

Tenía cierto reparo a volver a leer a Kafka por si no me deparaba las mismas sensaciones que tuve con la primera lectura, por ese miedo que tenemos de releer lo que nos gustó en un momento dado porque todos estamos en continuo cambio y quien era ya no soy, pero esta nueva aventura me está resultando de lo más placentera. Volver a sentir por la Literatura, volver a darme cuenta de lo mucho que significa para mí unos cuantos cientos de páginas llenas de letras impresas.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Dejen todo en mis manos - Mario Levrero

Tercera y última novela recogida en el volumen de Debolsillo. Anteriormente la editorial Caballo de Troya (el sello casi más que editorial) fue la encargada de sacar a la luz esta obra del genial escritor uruguayo. Esa misma obra la tengo en mis manos y fue la que leí el uno de enero de 2010 (dato que sé porque lo tengo recogido en mi diario) entre las dos y las cinco de la mañana, aproximadamente. Ahora he vuelto a releerla.

Lo primero, y antes de meternos en materia, se podría decir que en realidad no tiene mucho sentido que esta novela se recoga en el mismo volumen que Nick Carter y La Banda del Ciempiés. Si bien las tres parodian de alguna manera el género policiaco, no es menos cierto que, mientras que las dos primeras tienen un ritmo alocado, surrealista y expresionista, la tercera se enmarca en una realidad física palpable, es de corte más realista y bastante más pausada y reflexiva que las dos anteriores.

Un escritor, trasunto del propio Levrero, se ve apurado económicamente por lo que decide ir a visitar a su editor para que le coloque una novela o le dé al menos un adelanto. El Gordo, su editor, le propone un trabajo a cambio: investigar quién se esconde bajo la figura de Juán Pérez, la persona que ha enviado un gran manuscrito a la editorial pero que ha olvidado poner dirección para contactar con él. Y la novela es buena. Muy buena. El protagonista necesita el dinero así que acepta el encargo.

Comienza así un viaje a una ciudad de interior uruguaya, semidesierta, lúgubre, con el ambiente enrarecido. No en vano, la ciudad es Penurias. Donde la gente te mira con desconfianza, a ciertas horas todo el mundo anda sesteando y el periódico sale una vez a la semana y no es local sino comarcal. En Penurias lo mismo te encuentras a un antiguo compañero de clase que te robaba los lápices de colores como a un tipo que fotografía cosas minúsculas. Lo mismo visitas librerías donde no tienen un solo libro, y sí alguna revista, que te enamoras de la prostituta del lugar.

Así, las investigaciones del escritor metido a detective acaba, como es de esperar, sin ningún resultado. Pero todo el viaje ha sido una gran experiencia. Incluso el lector puede obviar las tres últimas páginas donde se "resuelve" todo y el resultado seguiría siendo brillante.

jueves, 6 de diciembre de 2012

La Banda del Ciempiés - Mario Levrero

La Banda del Ciempiés es otra de las novelas publicadas en un solo tomo y que el sello DeBolsillo ha calificado como "policiacas".

Siguiendo la estela de Nick Carter, en esta ocasión la trama disparatada gira en torno a una peligrosa banda que actúa como los dragones chinos, solo que sus miembros forman un ciempiés que siembra el caos allá por donde pasan. Carmody Trailler es el detective privado de encargarse del caso y restaurar la paz en la ciudad. Para ello cuenta con la ayuda de varios colaboradores. Así comienza la novela, pero rápidamente esta trama se disuelve para dar paso a diferentes personajes que, si bien están todos relacionados con la banda del ciempiés, guían sus pasos hacia otros derroteros.

Si en la reseña de Nick Carter comentaba que tenía la sensación de que Levrero había avanzado continuamente en su narración sin detenerse a mirar lo escrito, en esta ocasión se dan multitud de acciones que ocurren en paralelo. Mientras que a un personaje le está ocurriendo una cosa en un determinado sitio, otro de los personajes está teniendo otras peripecias en otro lugar, por lo que Levrero va y viene en la naracción sin que al final te quede muy claro cuánto tiempo transcurre en la novela. 

Al final, después de narrrar todo en tercera persona, el último capítulo lo está en primera todo ha sido un trabajo de documentación que ha llevado a cabo el narrador. Quedan muchos cabos sueltos, inumerables, y así se lo hace saber a uno de sus personajes (que a estas alturas sabemos que no es personaje, sino que es "real") pero este le comenta que no se inquiete, que así está bien. Levrero, hablando a través del narrrador comienza un breve discurso acerca de la creación. Este culmina de la siguiente manera "me importa que el relato se conserve como un todo viviente, y para ello debe satisfacerme a mí en primera instancia".

Visto este relato no sé si Levrero se sentía satisfecho con su escritura, pero lo que está claro es que la narración funciona como un todo muy vivo.

domingo, 2 de diciembre de 2012

Nick Carter se divierte mientras el lector es asesinado y yo agonizo - Mario Levrero

El otro día comentaba, o al menos dejaba entrever, que no me gusta nada esto que ha hecho Random de sacar tres novelas de Mario Levrero, directamente en su sello DeBolsillo, sin darle un ápice de atención, mientras que esa misma empresa, de nombre que no de fondo (editorial), va sacando a la luz de manera tranquila pero constante la obra de este genial escritor uruguayo al otro lado del Atlántico (concretamente en Random Argentina). Por si fuera poco, es imposible pedir estos libros a la propia editorial o distribuidora; trabajo en una librería y el comercial me comenta que, si bien son la misma empresa, a la vez cada una funciona de manera independiente. Me da un teléfono de contacto, que ya poseo, para llamar a administración, pero la pobre mujer que me atiende al teléfono poco sabe, más allá de que en su base de datos no aparece el título por el que pregunto. Por si fuera poco, sé que en Madrid hay una librería (habrá más) que sí te consiguen esos títulos, pero a precios un poco elevados. Entiendo que al cruzar varias aduanas se encarezca el prodcuto y estoy dispuesto a pagar más por ello (nunca he tenido pudor alguno en dejarme el dinero en libros ya que lo considero como dinero bien invertido). El problema viene cuando, haciendo una búsqueda de las obras de Mario Levrero que tienen en su catálogo, me encuentro con que Caza de conejos, libro ilustrado editado por la editorial Libros del zorro rojo (Barcelona) cuesta tres euros más que en cualquier librería del resto del país. Entonces me pregunto, ¿por qué cobra más por un libro editado en España cuando este hecho es denunciable ya que, por ley, todos los libros tienen el mismo precio fijado por el Ministerio y la editorial? Así las cosas, ¿qué me hace pensar que no me esté cobrando de más los gastos de gestión del pedido por cruzar el charco? Me hace desconfiar un poco aunque sé que pagaré en algún momento. Aunque por el mismo precio, prefiero comprarlo en una librería Argentina y pagar los portes que acercarme a la librería de Madrid. En fin, dediquémonos a la novela que al fin y al cabo es de lo que se trata.
 
En Nick Carter es todo tan extravagante, tan surrealista, tan divertido, tan sexualmente marciano, que es una delicia. Sé que no es su mejor novela, pero poco importa. Está todo tan desconectado de la literatura al uso, que es literatura en estado puro. Con guiños a Lovecraft, Kafka, las novelas policiacas, los folletines del XIX donde se descubre en las últimas páginas que todos los personajes son parientes. 

Es una novela que recuerda a la escritura automática de los surrealistas, solo que en la novela de Levrero sí que está todo interconectado. La obra es un continúo seguir avanzando, seguir escribiendo, como única forma posible de llevar a buen puerto la narración. De carácter marcadamente expresionista y esperpéntico, de una oralidad envidiable, Nick Carter, dinamita las normas y tanto le podemos ver escribiendo en tercera como en primera, como que la acción trascurre en los espejos, en la televisión o o en la propia narración.

Diferente, inclasificable, único, todo el mundo debería leer a Levrero.