viernes, 24 de febrero de 2012

Compañía K - William March

Algunas imágenes que aparecen en este libro son:

- Unos soldados revolcándose desnudos por la nieve.

- Dos soldados compartiendo un pan ensangrentado.

- Un soldado que llora de alegría en el hospital porque, a pesar de que ha perdido una pierna, sabe que por fin está a salvo.

- Un niño regordete alemán cortando el cuello a un soldado.

- Ese mismo niño alemán recibiendo bayonetazos y un culatazo en la cabeza.

- Soldados de distintos bandos compartiendo río para bañarse y lavar la ropa.

- Un poeta metido a soldado que avanza solo y en mitad de la noche hacia el bando enemigo mientras recita sus poemas porque no soporta el aislamiento espiritual.

- Un soldado poniendo sus botas de clavos en la cara de otro soldado para intentar sacar la bayoneta que se ha quedado clavada desde la barbilla hasta el cerebro.

La compañía K está compuesta por 113 marines norteamericanos que luchan en Francia durante la primera Guerra Mundial. Cada uno de los miembros de esta compañía tiene voz en la novela. Así, se nos narran las atrocidades, pero también relatos en apariencia nimios, de la contienda, del día a día en las trincheras, de como unos buscan refugio en las fotografías; otros en la religión; otros, por más que buscan, no ven salvación alguna.

Dura. Visual. Antibelicista. Lúcida. Clara. Simplemente brillante.

jueves, 23 de febrero de 2012

El corazón de las tinieblas - Joseph Conrad

En mi autoimpuesta deuda para paliar mi analfabetismo con los clásicos he de decir que la novela que correspondía a febrero era La Regenta, pero entre unas cosas y otras la he ido dejando. No del todo, la sigo leyendo a cuentagotas, pero se me está haciendo más pesada de lo que imaginaba y, si bien me está interesando, prefiero racionalizarla en pequeñas dosis. Así, por contra, leer El corazón de las tinieblas de una tacada es una de las cosas más sanas que uno puede hacer hoy en día. Manejo la edición conmemorativa del cuarenta aniversario de la editorial. Edición bolsillo con tapa dura, estudio preliminar y notas y la portada original de Daniel Gil. Todo ello por cuatro euros. En realidad son diez euros, lo que también es una bicoca, pero cuando me hice con este ejemplar trabajaba en una librería y el comercial de Alianza nos vendía estos ejemplares conmemorativos con un 60% de descuento porque, en principio, los que no vendieran los guillotinarían. Fue la primera vez que oí que "sacrificaban" libros. En otras ocasiones lo que hacen es saldarlos, que me parece mucha mejor idea, la verdad. Sea como fuera, nuestro jefe nos dejaba los libros al precio que le habían costado a él, así que mis compañeras y yo nos hicimos con unos cuantos títulos: El mito de sísifo, La metamorfosisPeter PanKimAlicia en el país de las Maravillas... 

Me da bastante reparo hablar de los clásicos. Hay numerosos estudiosos que le han dedicado días, meses y años a construir un discurso serio y fundamentado. Yo solo escribo unos cuantos párrafos sin pensar mucho en ellos. Alguna idea. Alguna sensación. Y poco más.

Podría hablar de que esta novela es un relato (cinco marineros en la embarcación Nellie surcando el Támesis y contado en primera personal del plural) dentro de otro relato (Marlow da cuenta de un viaje que hizo remontando el río Congo en busca del enigmático Kurtz). O del viaje al corazón de las tinieblas que es el viaje al interior de uno mismo cuando se enfrenta a la soledad y a lo desconocido. Incluso, podría hablar, de la crítica a la colonización brutal que estaba llevando a cabo Europa frente a África. Sin embargo no lo voy a hacer. Hay miles de estudios para el que quiera profundizar en el tema. Pero no hay que olvidar que lo importante y primordial es la fuente; es de ella de donde se extrae todo. Y la fuente, en este caso, es un libro de 1902 escrito por Joseph Conrad y que debería ser de obligada lectura en los institutos en tan variadas asignaturas como Historia, Ética, Filosofía, Religión o Economía.

martes, 21 de febrero de 2012

El jardín colgante - Javier Calvo

Último Premio Biblioteca Breve, he de reconocer que apenas me había leído nada, más allá de algún cuento suelto en diversas antologías, de Javier Calvo. Sin embargo, en la red se comentaba mucho su obra. Tanto para bien como para mal. Ya digo que he leído poco de Javier Calvo pero lo que llevo hasta ahora me demuestra que es un gran narrador.

El jardín colgante se sitúa en la España de la Transición, pero es una España simbólica, metafórica. Un meteorito ha caído en Catalunya y está cambiando el panorama de España. Al principio todo se llena de ceniza; luego se suceden grandes lluvias que provocan inundaciones; por último, el calor aprieta desde mayo, alcanzando temperaturas ilógicas para la fecha. Además, la caída del meteorito ha provocado que la flora y la fauna del territorio sufra consecuencias inesperadas: riesgo de desertización y de extinción de diversas especies. En realidad, este aparente Apocalipsis sirve de marco para desarrollar la acción y para manifestar que algo en España cambió durante la Transición.

La verdadera sinopsis del libro gira en torno a los servicios secretos del Gobierno enfrentados a la organización terrorista TOD, perteneciente al Partido Comunista Auténtico. Como en toda buena novela de género policíaco hay infiltrados, agentes dobles, mentiras, pactos. La construcción de la novela no se deja ni un hilo suelto; Javier Calvo lo tiene todo atado y bien atado. Tiene su mundo bien definido y es el que plasma en la novela. Este mundo está en una órbita cercana a la de Murakami en algunos aspectos, como en la construcción de unos personajes sólidos y algo esperpénticos (Arístides Lao es, en ese sentido, un personaje inolvidable) o en la aparición de causas sobrenaturales que explican, de alguna manera, lo que está pasando.

En principio, se supone que esta es la obra con la que se da a conocer al gran público, esto es, la más accesible. Desconozco como de personal o de inteligible es el resto de su obra, pero a mí particularmente sí que me apetece conocerla.

sábado, 18 de febrero de 2012

Niños en su cumpleaños - Truman Capote

La colección mini lecturas de Nórdica Libros te da la oportunidad de leer un cuento de un gran escritor por ocho euros. Supongo que mucha gente pensará que por dos euros más se compra los cuentos completos de ese autor en ebook y que ocho euros es muy caro para 50 o 70 páginas. Supongo que esa misma gente no piensa que una copa en un bar te cuesta, mínimo, esos ocho euros. Esto no viene a cuento de nada, solo que me hace gracia cuando los lectores miden cantidad con calidad. Prefieren pagar 24 euros o más por Ken Follet o Ruiz Zafón que 20 por una edición especial de La metamorfosis, que tiene poco más de 100 páginas. No estoy diciendo nada nuevo, pero me parece ridículo el planteamiento que utilizan.

Dicho lo cual, diré que la colección que nos ocupa recoge, al menos hasta la fecha, uno de los mejores relatos del escritor en cuestión. Nada de un cuento menor en su trayectoria o un inédito que aparece por arte de birlibirloque de un cuaderno que el autor guardaba en su casa materna. El caso de Paul, La autopista del sur o La buena gente del campo, son algunos de los títulos que nos propone la editorial.

En el cuento de Capote, que es del que quiero hablar hoy, este alcohólico, este drogadicto, este homosexual, este genio (parafraseando su famosa frase de Música para camaleones) construye a uno de sus personajes inolvidables, a Miss Bobbit, una niña de diez años que viene de la ciudad a revolucionar la vida de un pequeño pueblo sureño de los Estados Unidos; altera especialmente a  Billy Bob y Preacher, dos amigos inseparables que se enamoran de Miss Bobbit. El relato tiene una fuerza increíble y sus protagonistas son esos que nos acompañan más allá de las páginas de la historia, esos que tanto agradecemos a los que nos gusta esta cosa menor que es la Literatura. El único pero que pongo es que la niña me parece demasiado independiente para tener tan solo diez años, aunque el cuento está ambientado en la mitad del siglo pasado y, entonces, los niños maduraban mucho antes.

domingo, 5 de febrero de 2012

Kallocaína - Karin Boye

La kallocaína es un compuesto químico que introducido en el cuerpo humano mediante una inyección le hace decir la verdad al paciente. Su inventor es Leo Kall, conmílite de la Ciudad de la Química número 4. Este nuevo invento, en caso de funcionar, facilitaría enormemente la labor de la policía y los jueces. Y es que, en el Estado del Mundo se puede juzgar por guardarse secretos en contra del Estado o, simplemente, por pensar de forma autónoma e independiente. La kallocaína vendría  a ser el antídoto contra el crimental orwelliano. Y es que esta novela, al igual que 1984, narra una sociedad distópica donde se controla los más mínimos movimientos por medio de orejas y ojos policiales situados estratégicamente en las casas de los conmílites (los ciudadanos). Estos deben actuar como meras marionetas del sistema: trabajar, procrear, obedecer y no rechistar. Sí, que duda cabe que esta novela está emparentada con toda la literatura antiutópica que representaba estados totalitarios, a raíz de la expansión y subida al poder de los regímenes fascistas. Sin embargo, la novela de la sueca Karin Boye fue de las primeras (Un mundo feliz es de 1932, mientras que Kallocaína es de 1940). Estas novelas, o Farenheit 451, por citar solo algunas de las novelas distópicas más importantes siempre han tenido una gran acogida por parte de los lectores españoles; una vez más, ¿qué motivos han mantenido a esta novela inédita en nuestro país hasta ahora? Porque se trata de una obra igual de valiosa que las anteriormente citadas, igual de pesimista, igual de desconcertante y asfixiante; igual de gris. Y, sin embargo, inédita en castellano más de setenta años. Gallo Nero la rescata (estoy harto de dar las gracias a las editoriales independientes que de verdad hacen labor de editores). Ya podemos sumar un título más a este tipo de novelas. Lo diré una vez más, Kallocaína se sitúa a la misma altura narrativa de 1984, Farenheit 451 o Un mundo feliz.

viernes, 3 de febrero de 2012

El asesino hipocondríaco - Juan Jacinto Muñoz Rengel

Podríamos decir que la primera novela de Juan Jacinto Muñoz Rengel (no olvidemos que es un gran cuentista) se suscribe en el género negro. Y en parte es cierto. El argumento gira en torno al señor Y., un asesino a sueldo que recibe el encargo de matar a Eduardo Blaisten. Hasta ahí lo que tiene de novela de género. Porque el señor Y, no es un sicario cualquiera; como dice el título, es un hipocondríaco que cree tener todas las enfermedades que existen. Y algunas que no. Si determinada enfermedad la padecen solo doscientas personas en todo el mundo, den por hecho que el señor Y. es uno de ellos. El bueno del señor Y. está siempre a punto del colapso, pero ha recibido un adelanto por matar a Blaisten y lo primero es la obligación ya que es un hombre de moral kantiana (esto no lo digo yo, lo dice el propio señor Y. cuando se nos presenta en la primera página).

Es muy metódico (o eso cree él) a la hora de llevar a cabo sus intentos de asesinato. Incluso en el caso de que le descubrieran, siempre tiene pensado qué podría alegar para que su condenada fuera mínima o, incluso, nula. Sin embargo, en el último momento sus planes de acabar con Eduardo Blaisten siempre se van al traste. Estas escenas me recuerdan mucho al pobre Coyote llevando a cabo diversas tretas para acabar con el Correcaminos huidizo.

Esta novela, por si todavía no ha quedado claro, es divertida. Muy divertida. Sé que en la narrativa española está muy mal visto el humor (a pesar de tener una larga tradición) y parece que una novela escrita bajo esta clave no deja de ser un divertimento. Sin embargo podría citar unos cuantos ejemplos de novelistas que han escrito ese tipo de novelas y han resistido el paso del tiempo. Sin ir más lejos, el año pasado se reeditaron, con gran acierto y regocijo por parte de los lectores, las primeras novelas de Antonio Orejudo y tienen más de diez años a sus espaldas. En cualquier caso, eso son prejuicios que el lector se tiene que quitar, si quiere; aunque es cuestión imprescindible si no quiere tener una visión sesgada de lo que se publica en este país.

Además de la historia, Muñoz Rengel realiza un juego metaliterario e intercala episodios donde se nos da cuenta de ilustres hipocondríacos del mundo de la literatura y el pensamiento. Poe, Proust, Tolstoi o Descartes comparten enfermedades y fobias con el señor Y.

La novela es ágil y amena; en este sentido se ve favorecida por su división en cincuenta y siete breves capítulos. Una muy buena manera de pasar una tarde.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Él - Mercedes Pinto

Hay ciertas cosas que nunca llegaré a entender. Por ejemplo, ¿cómo es posible que en toda la carrera de filología hispánica, y a pesar de haber cursado varias asignaturas donde la mujer era la principal protagonista (tanto del lado de la creación y el pensamiento como del lado del personaje), nadie me hablara de Mercedes Pinto, considerada como la primera pensadora feminista española? Y es que, está mujer dará una conferencia en 1923 en la residencia de estudiantes titulada El divorcio como medida higiénica. Esta ponencia le valdrá numerosas críticas y el exilio impuesto por Primo de Rivera. En 1952  Luis Buñuel filmaba una película basada en este libro.

Y lo que se da cuenta en esta novela es la tortura física y psicológica que sufrió Mercedes Pinto a raíz de contraer matrimonio con Juan de Foronda, un hombre paranoico, con manía persecutoria, celoso y autoritario. A través de las poco menos de cien páginas, Mercedes Pinto da pinceladas de la convivencia con este hombre, de como las amistades, los médicos y los familiares ponían en duda, por regla general, la palabra de ella frente a la supuesta "verdad" de él.

Mercedes Pinto sufrió ataques físicos y verbales, fue apuntada en la cara con una pistola, disparada en un hombro, maniatada, amordazada. Este relato contado en pequeñas secuencias da muestras del verdadero horror de una convivencia con el hombre equivocado.

Por desgracia, la novela es tan atemporal que da miedo. Por fortuna, hay editoriales como Ediciones Escalera que están ahí para dar cuenta de olvidos injustificables.