miércoles, 25 de enero de 2012

X - Percival Everett


Dos son las principales críticas que hace Percival Everett con esta novela. Una más obvia, y la más comentada, es la que se refiere al mundo de la literatura. La crítica, la escasa visión de los editores incapaces de distinguir una buena novela de una parodia o los amiguismos son algunos de los temas de los que trata buena parte de la historia.

El protagonista no es otro que Thelonious Ellison, un escritor de libros muy minoritario, debido a la complejidad de su obra, y profesor universitario. Mientras Thelonious, Monk para sus amigos, es criticado una y otra vez porque su narrativa es blanca, siendo él un negro norteamericano, una compañera de oficio escribe una novela en la que incluye todos los clichés de la raza afroamericana. En poco tiempo, la novela se convierte en un éxito de ventas. Monk, harto de ser rechazado por su trabajo, decide satirizar este tipo de escritura y construye una novela titulada Porculo en un par de semana. La novela está incluida en el libro y, sí, es mala de narices. Es muy parecida a leer unos cuantos párrafos de las novelas que bajo el título de best seller se acumulan en las mesas de novedades de cualquier gran almacén. Por supuesto, la novela de Monk  se convierte, antes de salir al mercado incluso, en uno de los acontecimientos literarios del año. Grandes adelantos por parte de la editorial, millones de dólares por su adaptación a la gran pantalla y entrevistas en la televisión. Porculo lo merece, es la gran novela sobre el hombre negro estadounidense. Se nota que su autor, Stagg R. Leigh (Monk no firma su parodia porque la repudia) ha escrito sobre algo que le atañe, sobre una especie de alter ego. Solo un hombre que ha estado en la cárcel puede escribir algo así.

Esto nos lleva a otra crítica. A la que hace de la sociedad estadounidense. Los consumidores dispuestos a comprar lo que nos diga la presentadora de turno si lo incluye en su club de lectura; la manía que tienen de generalizar con las razas; el rechazo a su hermano por parte de su comunidad cuando confiesa que es gay (vive en Arizona); los paletos antiabortistas a la puerta de la clínica de su hermana, etc. Lo de la crítica a los estadounidenses es porque se sitúa allí la novela, pero es extrapolable a cualquier otro país.

Acabo de nombrar a la familia. Esta es la otra gran crítica de la que se hace eco la novela (la de la sociedad norteamericana en realidad es suma y consecuencia de estas dos: El mundillo literario y la familia). Monk siempre ha sido distinto a sus otros dos hermanos. De abuelo médico y padre médico, sus hermanos siguen los pasos de la tradición familiar. Monk se hace artista. Curiosamente, y lejos de ser el padre autoritario que quiere ver cómo sus hijos siguen su camino, comprende que Monk es especial, tiene una forma de ser diferente. Es el hijo más querido de los tres. Esto lo sabe el propio Monk, pero también sus hermanos, por lo que las rencillas están patentes incluso en la edad adulta.

Muerto el padre, más tarde Monk descubrirá un secreto que se llevó a la tumba pero del que quería que se enteraran, la madre vive sola en la casa familiar de Washington. El Alzheimer comienza a hacer mella. Su hermana es la que más cerca vive así que cuando Monk se traslada a la ciudad para participar en un congreso así se lo hace saber, echándole en cara que es ella la que se preocupa de su madre. Su otro hermano bastante tiene con ser homosexual y ser padre de familia. Por una serie de causas que no voy a desvelar, Monk acaba viviendo con su madre. La convivencia entre ambos, las conversaciones con su hermano a través del teléfono o en persona (pero sobre todo los silencios) y los recuerdos que se van desgranando en la narración son todo un estudio de las relaciones familiares. No le hace falta a Everett grandes palabras, grandes sagas familiares o grandes catástrofes para radiografiar a ese núcleo llamado familia.

Todo esto construido bajo un prisma satírico, al igual que la novela de Thelonious.

¿Se puede contar esto en 350 páginas? Se puede, y más teniendo en cuenta que 70 se nos van en Porculo; que a veces, y sin venir a cuento, nos deleita el protagonista con su habilidad para construir muebles de madera o la pesca; o nos incluye conversaciones hilarantes de grandes artistas. Una muestra:

“Wittgenstein: ¿Qué hacía Bach cuando lo acuciaban las deudas?
Derrida: ¿Qué hacía?
Wittgenstein: Darse a la fuga.
Derrida: ¿Te refieres a que huía apresuradamente para escapar de las autoridades? Wittgenstein: Bueno, no me refería exactamente a eso. Era un juego de palabras. Derrida: Ah, ya lo pillo”


lunes, 23 de enero de 2012

El heladero de Brooklyn - Fernando Molero

Decía Chéjov aquello de: "Si al comienzo de un relato se ha dicho que hay un clavo en la pared, ese clavo debe servir al final para que se cuelgue el protagonista". Pues bien, en los cuentos de Fernando Molero ese clavo pocas veces tiene una importancia relevante. Es un simple macguffin para que avance la trama. Así, en este sentido, poco importa que el protagonista de El heladero de Brooklyn apoye primero a Garibaldi y luego se sienta defraudado con su actuación. La reunificación italiana es solo la excusa para situar a su personaje huyendo del país para recalar en Estados Unidos. Tampoco es relevante el personaje que se hace pasar por el hijo del casero en El ojo de cristal. Ni la larga introducción de La cruz y la katana. 


Se aprecia en estos nueve cuentos la capacidad de fabular de Molero, a veces en su propio perjuicio, como en el último cuento nombrado más arriba, donde la historia se va diluyendo y va atravesando meandros, si bien es cierto que su larga extensión le permite este tipo de narración.


Tienen además, estos cuentos, mucho de homenaje al cine, desde el propio macguffin, hasta clásicos como El padrino o Uno de los nuestros en el relato que da título al volumen; El gabinete del Doctor Caligari en La tesis y el Dr. Melgari, no solo en el guiño del título, sino que toda la historia es una revisión de la cinta de Robert Wiene. También el Museo de espejos tiene algo de expresionismo alemán: "Una atmósfera de misterio lo envolvía todo. Tres tristes focos que proyectaban sendos arcos de luz sobre la pared iluminaban apenas el vestíbulo. A la derecha, detrás de un mostrador de más de dos metros de altura, un hombre sentado a una silla de vértigo, con un ridículo sombrerito y ridículos quevedos, le pidió que se acercara". Luego el propio protagonista señala: "acababa de entrar en un universo extraño y denso, a lo David Lynch". Y, en efecto, ese juego de espejos y ese mundo onírico hace pensar en el autor de Terciopelo azul.

Gusto por narrar y pasión por el cine caracterizan, pues, este conjunto de relatos.

viernes, 20 de enero de 2012

Residuos - Tom McCarthy

Había leído varías críticas muy favorables de este libro así que me decidí a leerlo. Primero vayamos con la sinopsis y luego con la opinión personal.

Al protagonista de esta historia, narrador en primera persona, algo le ha caído del cielo, le ha golpeado y le ha dejado en coma unas semanas. Al despertar, su abogado le consigue una indemnización de ocho millones y medio de libras a cambio de que se olvide del accidente y que no se lo cuente a nadie. Parte del dinero el protagonista lo invierte en bolsa, con tan buena fortuna que en seguida comienza a ver resultados positivos en su cuenta. Un día, en una fiesta, y mirando una grieta en el baño del anfitrión, tiene un déjà vu: visualiza flashes de un edificio, de algún vecino, de las tejas del edificio de enfrente y de unos gatos que se paseaban por allí. Ya tiene su misión: recrear ese recuerdo lo más fielmente posible, con sus vecinos tocando el piano, arreglando una moto o sacando la basura. Para ello contrata los servicios de una empresa que, con Naz a la cabeza, un tipo que no hace preguntas y ejecuta los deseos de su cliente sin parpadear, se ocupa de toda la logística para poner en pie toda la performance. Una vez que consigue esto, el protagonista recrea otras situaciones.

Bien, la historia es buena y el escritor escribe correctamente, pero me quedan algunos cabos sueltos. El primero, que no entiendo las motivaciones del protagonista (¿su idea es recrear ciertos hechos porque siente una especie de éxtasis al hacerlo?); el segundo, ¿qué lleva a un grupo de personas a ejecutar unas órdenes y repetirlas una y otra vez porque un gilipollas se lo pida? Que sí, que eso es al fin y al cabo lo que hacemos todos trabajando y, el protagonista de la novela paga muy bien a sus actores (aunque por otra parte son bastante esclavos); tercero, ¿por qué el personaje de Naz, que por otro lado me parece muy bien construido, no se cuestiona en ningún momento lo que hace el protagonista?

Al principio da la sensación de que al personaje le pasa algo, su forma de actuar en las primeras páginas nos hace pensar eso; se plantea todo lo que hace hasta el infinito, describe todo minuciosamente, se dirige hacia un lugar, recapacita, vuelve. Daba la impresión de que era una especie de genio algo tarado, pero a medida que avanza la novela esa idea se va desdibujando por la de un simple imbécil que consigue lo que quiere gracias al dinero. Es uno de los personajes por el que más rechazo he sentido en mucho tiempo, aunque puede que esta sea la idea de McCarthy, en cuyo caso, lo ha logrado con creces. De verdad que este personaje me lo ha hecho pasar muy mal con su forma de actuar.

miércoles, 18 de enero de 2012

Vida de un idiota - Akutagawa Ryunosuke

De los siete relatos que componen este libro seis pertenecen a la última etapa del autor de Rashomon, que inmortalizó en el cine el gran Akira Kurosawa, correspondientes a los años 1923-1927. En esta etapa, Akutagawa deja atrás todo relato histórico que caracterizó su obra anterior para adentrarse en el yo autobiográfico. Son relatos, pues, que contienen la esencia de la atormentada mente del autor, que sufría alucinaciones y "una angustia confusa" hacia el futuro. Se había cansado de vivir. Así, nos encontramos con historias mínimas, pequeños aforismos cargados de belleza, piezas minúsculas de los últimos años de su vida.

El otro cuento pertenece a una etapa anterior, a 1919, aunque en él ya tenemos muestras de su universo personal. Su título, Las mandarinas, contiene una de las imágenes más bellas que he leído en mucho tiempo:

"En ese momento, al otro lado de la barrera del ruinoso paso a nivel, vi a tres chicos con las mejillas arreboladas, de pie y apretados en una fila. Encogidos y oprimidos por el cielo plomizo. Los tres eran pequeños y de idéntica estatura. Además, iban vestidos casi igual en el lúgubre y sombrío escenario de esta zona de los suburbios. Mientras alzaban sus miradas para ver pasar el tren, en un segundo, todos levantaron las manos a la vez y, estirando sus inocentes cuellos, lanzaron con todas sus fuerzas un grito de guerra cuyo significado no pude entender. Fu en ese instante cuando sucedió. La muchacha, asomada con medio cuerpo fuera de la ventanilla, extendió y agitó enérgicamente su mano llena de sabañones. Acto seguido, unas cinco o seis mandarinas, teñidas por los colores de uno de esos cálidos días que le alegran a uno el corazón, llovieron del cielo por separado sobre los niños que decían adiós".

Particularmente duro es su Nota enviada a un viejo amigo, una carta de suicidio donde habla de las causas que le llevan a tomar tal determinación, y de las diferentes posibilidades que tiene de darse muerte y por qué elige finalmente la intoxicación frente a otras menos estéticas, como el atropello o el ahorcamiento.

En el título que da título al libro, Vida de un idiota, Ryunosuke hace un repaso de algunos hechos importantes en su vida en cincuenta y un pequeños capítulos donde prima la belleza poética.

Teniendo presente lo que cuenta, normalmente hechos de su vida mezclado con alucinaciones y terrores varios, y cómo lo cuenta, con una prosa rayana en lo lírico, el resultado es de una hermosura aterradora.

martes, 17 de enero de 2012

Dog Soldiers - Robert Stone

El plan es sencillo: Converse, un escritor mediocre, decide viajar a la guerra de Vietnam para inspirarse. Una vez allí le convencen para que pase un alijo de tres kilos de heroína pura a Estados Unidos. Converse se la enviará a su mujer Marge para que esta la coloque a los distribuidores. Para que llegue la droga al destino cuenta con la colaboración de un ex marine y antiguo compañero, Hicks, que llevará el paquete a los Estados Unidos unos días antes de la llegada de Converse. Pero, hete aquí, que cuando este llega descubre que Marge y Hicks han desaparecido. Comienza así una road novel donde unos agentes federales corruptos y sin escrúpulos intentarán dar caza a Converse primero, y a Marge y Hicks después.

Mucho se ha escrito y filmado sobre la guerra de Vietnam, sin embargo cuando lo hizo Stone corría el año 1974, por lo que el autor  estadounidense se adelantaba a grandes hitos como Apocalypse Now, de 1979 (por poner solo un ejemplo; hay muchos más: El cazador, La chaqueta metálica, etc.). Además, Stone no se centra en la guerra en sí; en Saigón solo transcurre un tercio de libro, y más como mera introducción que como centro de la acción. Si bien es cierto que el cuadro de la novela se da gracias a esta guerra.

Por un lado, la época hippie del amor, la paz y la psicodelia está dando sus últimos coletazos; por otro, la sociedad estadounidense se muestra disconforme con una guerra que, por primera vez, van a perder. Además, el estado se encuentra mermado tanto económica como políticamante. Todos estos factores hace que los ciudadanos se replanteen esa actitud de defensa a ultranza de su país que les ha caracterizado hasta esos momentos.

Con una fuerza narrativa basada en gran parte en los magníficos diálogos en los que se sustenta la novela, nos encontramos ante una gran obra incomprensiblemente inédita en castellano hasta la fecha (2010 es el año de su primera edición).

lunes, 16 de enero de 2012

Tiempos difíciles - Charles Dickens

Esta es probablemente la entrada más larga que haga hablando de mí. No obstante, caro lector, puedes ir directamente más allá de las líneas, que es donde empieza la crítica.

Este año me he propuesto, entre otras cosas, leer un clásico al mes. He leído y leo mucho y, sin embargo, tengo grandes lagunas en cuanto a los clásicos se refiere. Una de las hipótesis que manejo de esta tara es que empecé a leer muy tarde. No me refiero al proceso de aprendizaje, sino al gusto por la lectura. No fue hasta los diecinueve o veinte años que sentí la necesidad de leer a diario, por ello me perdí grandes obras que ahora trato de paliar con esta "obligación" autoimpuesta. Y lo hago así porque si no sé que al final lo voy dejando por novedades y solo me leo uno o dos clásicos al año.

Por otra parte puede que tenga algo de positivo llegar a los clásicos tarde: los puedo entender mejor, al menos ahondar más en ellos. Creo que fue Pere Gimferrer el que dijo que el Quijote no se entiende hasta los venticinco años. Yo recuerdo haber leído la primera parte en el instituto y haber querido morir en el intento. Luego, al cumplir los veintitrés, leí las dos partes y disfruté más. Por último, en la carrera, (empecé la carrera muy tarde) con una profesora que nos explicaba todo el entramado, el contexto, los guiños a la época, etc. fue un auténtico gozo leerlo. Son tres lecturas muy diferentes del mismo libro.

Los libros que voy a leer no lo tengo claro, el que me apetezca en ese momento; la lectura es o debería ser un placer, así que no tengo por qué hacer una lista de lo que voy a leer en los próximos doce meses. Además que un libro te lleva a otro que en principio no sabías de su existencia por lo que cualquier listado me parece ridículo. Sí que me gustaría apostar por los rusos, pero no sé cuáles. Y por dos clásicos españoles: La Regenta y Fortunata y Jacinta. El hecho de que haya estudiado hispánicas y no me haya leído estos libros no es culpa mía, del todo quiero decir. Son dos libros de gran grosor, así que los diferentes profesores que he tenido relacionados con el siglo XIX español no nos los mandaban leer porque no había tiempo. Nos instaban, eso sí, a leerlo durante el verano. Mi propósito era hacerlo pero al final, como comentaba un poco más arriba, vas dejando a los clásicos en detrimento de lo actual. Por último, no me gustaría que acabara este año posponiendo la lectura de Proust.

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La primera lectura que he escogido ha sido Tiempos difíciles de Charles Dickens. No había leído todavía nada de Dickens (aunque ahora recuerdo que sí que leí Calle sin salida, escrito a cuatro manos junto con Wilkie Collins, en el colegio; pero no tengo recuerdo alguno de la lectura), así que era una buena primera elección. Además, el hecho de que este año se cumple el bicentenario del nacimiento del escritor inglés me parecía un homenaje, estúpido por otra parte. La elección del título se lo debo a una profesora que me dio la asignatura Novela y sociedad en la época victoriana y nos recomendó de Dickens Casa desolada, Grandes esperanzas y Tiempos difíciles. El hecho de que escogiera este último es fruto de la casualidad. Compré en su día las obras completas de los clásicos que editó Aguilar, cogí un tomo al azar, y apareció esta novela. 

Aquí debo comentar los pros y contras de estas obras completas de Aguilar. Los pros son que aparecen obras que hace tiempo que no están reeditadas, o están descatalogadas directamente, y si te interesa, ahí las tienes para su uso. Los contras, principalmente, son las traducciones. A Dickens lo tradujo José Méndez Herrera y, si bien es cierto que se ajusta todo lo posible al original, en ocasiones traduce tan literal para no perder el sentido, que lo pierde completamente, como si de un traductor en línea se tratara. Pero lo horroroso es la manía de españolizar el nombre de los personajes y del propio autor, "Carlos" Dickens. Dicho lo cual, y en vista de que en la biblioteca de mi barrio no tenían ninguna edición de Tiempos difíciles, me tuve que conformar con esta.

Tiempos difíciles se sitúa en la ciudad imaginaria de Coketown, donde el humo de las fábricas impregna todo el ambiente. Debido a esta industrialización, se da en Tiempos difíciles dos mundos enfrentados que surgieron a raíz de la Revolución Industrial: los obreros y los empresarios. Los primeros solo viven para trabajar. Los segundos solo piensan en recaudar y son crueles y despiadados. Entre estos dos polos aparece el circo, el único espacio que parece más humano. Será de allí, del circo, de donde salga la niña que ponga algo de cordura al espíritu de la ciudad, encarnada en sus protagonistas, Sissy Jupe.

La novela, por otra parte, hace una crítica al utilitarismo, tan en boga por esas fechas, donde la imaginación está fuera del conocimiento, donde lo que prima es el pragmatismo más acervado.

Puede que esta sea una de las obras más dickensianas de Dickens, esto es, donde los personajes están más cercanos al cliché, rayando, en ocasiones, la planicidad, y donde se ve más claramente a quién quiere criticar y quiénes son los culpables. No obstante, creo que precisamente por esa condición de ser la obra de Dickens más auténticamente suya, digámoslo así, es una buena primera toma de contacto para acercarse a su obra. Sí después de esta lectura no hemos salido defraudados y queremos seguir indagando es su mundo, podemos sumergirnos en obras más densas como, precisamente, Casa desolada, por ejemplo.

martes, 10 de enero de 2012

Ficcionarium - Fernando Palazuelos

Casi un centenar de microrrelatos y seis cuentos de mediana extensión componen este libro del escritor bilbaíno Fernando Palazuelos. Tiene, a mi modo de ver, mucho de juego la parte de los microrrelatos, de taller de experimentación. Dije en una entrada muy reciente que no era amante de los microficciones pero reconozco que es en este campo, seguido del cuento, donde los autores más arriesgan, donde más buscan nuevas formas de expresión. Otra cosa es el resultado final.

Da la sensación de que el autor se ha divertido mucho montando estas dos partes (la parte primera y tercera del libro). Y quiere que nosotros, en cuanto a lector, también juguemos. Para ello ha creado un índice al final donde nos indica, en cada caso, si la microficción es verídica, ficcional o híbrida. Así, descubrimos que muchos hechos inverosímiles de la historia son reales y otros, que parecen auténticos, son pura invención. Este me parece un gran acierto del libro, la creación de ficciones partiendo de la Historia, pero dándoles un giro y fantaseando con otro futuro. Al fin y al cabo la Historia no es objetiva y depende mucho del autor que nos la cuente.

En cuanto a los seis relatos, integrados en la segunda parte del libro, todos giran en torno a la creación. Tienen estos cuentos un aire borgeano: la biblioteca inmensa e inabarcable de Obsesión o el cierto tono ensayístico en Vigilante nocturno, con sus universo paralelo incluido. Los personajes, asimismo, están muy bien construídos, el limpiabotas de La vida desde abajo o el ascensorista de El hombre que pudo pisar la luna me parecen de una profundidad admirable, más aún teniendo en cuenta de que no son los protagonistas absolutos de los respectivos cuentos si no, más bien, los catalizadores de la acción.

lunes, 9 de enero de 2012

Los ojos de los peces - Rubén Abella

Antes de ponerme con la reseña propiamente dicha he de hacer una pequeña aclaración: no soy muy amante de los microrrelatos. He leído unos cuantos cientos de ellos, puede que miles, y apenas he logrado rescatar cinco o seis que realmente me hayan impactado. Pienso en el magistral de Arreola ("La mujer que amo es un fantasma. Yo soy el lugar de las apariciones"); en alguno de José Balza; en gran parte de Ajuar funerario de Fernando Iwasaki, y poco más. Es tan cercana la frontera entre el microrrelato y la simple anécdota o el chiste que, unas veces porque yo no logro diferenciar esa barrera y otras porque el autor no se molesta en que la diferencie, al final tengo una actitud un tanto escéptica ante este tipo de narrativa.  


Después de dicho lo anterior, si ahora digo que este libro se compone de 117 microrrelatos y que me los he leído todos sin poner pegas, es un gran elogio lo que estoy haciendo. Como es lógico, y ante tal cantidad de variables, los resultados son dispares; sin embargo, y en conjunto, el resultado es más que satisfactorio. Además tienen una pequeña particularidad, de alguna manera están interconectados por lo que si algún micro queda un poco cojo, al leer el siguiente, o dos más adelante, nos encontramos con su continuidad que sirve para cerrar mejor el anterior. Esto algún purista dirá que es demérito porque cada pieza debería responder por sí misma. O si no, no es un conjunto de microrrelatos, sino una micronovela. Bueno, sí y no. Quiero decir que me da absolutamente igual si la intención de Abella era construir lo uno o lo otro y si luego mediante acuerdo con la editorial han decidido llamarlo X. No creo en las etiquetas, menos aún en el arte donde lo que interesa es, al menos a mí,  por un lado producirme un placer estético y, por otro, hacerme reflexionar. Este libro lo consigue. Para mí es suficiente.

viernes, 6 de enero de 2012

Vidas prometidas - Guillermo Busutil

Las vidas prometidas son todos aquellos sucesos que te deberían pasar y no pasan o no como tú esperabas. O puede, incluso, que sí que pasen.

Trece son los relatos de los que se compone el último libro del granadino Guillermo Busutil. Simplemente por La siesta de Odiseo ya merece la pena el libro. Es así de sencillo. En este cuento, Busutil hace un homenaje a los libros y a sus defensores; en este caso, el abuelo del protagonista que en un momento dado dice al niño rebelde:

"Los libros son los mapas de la vida. Te enseñan a imaginarte y reconocerte en otros, te abrigan del dolor y de la soledad más fría y son lo mejor que te queda después de haber vivido. En ellos he llegado a conocerme y ya es hora de que empieces tú a descubrir las enseñanzas que encierran".

A mí con frases como estas se me aflojan las piernas.

Decía que con este único relato ya merece la pena el libro. Pero hay más, mucho más. El enternecedor La señorita Margot, sobre esa profesora que todos hemos tenido y a veces nos sorprendemos preguntándonos qué habrá sido de ella; o el conmovedor La Promoción Oxford, donde se reúnen los antiguos alumnos y la protagonista espera volver a ver a su amor de juventud. 

Guillermo Busutil no necesita de grandes historias para construir un magnífico libro de relatos, le basta con estar atento a la realidad que le rodea. Busutil es ese felino que aparece en todos sus cuentos, como de pasada, pero que está ahí para componer un mapa del hombre contemporáneo.

jueves, 5 de enero de 2012

Distorsiones - David Roas

Último ganador del Premio Setenil al mejor libro de relatos, las veintinueve piezas que componen este volumen tienen en común la cotidianidad interrumpida por algún tipo de elemento extraño. Además, Roas construye la mayoría de sus narraciones a base del humor, la ironía o el descreimiento, según el caso.

Estructuralmente se divide en dos apartados: Espejismo, donde se reúnen veinte cuentos; y Asimetrías, compuesto por nueve microrrelatos.

Hace unos cuantos días que terminé de leer los relatos y no me había atrevido a manifestar mi opinión porque no estaba seguro de ella. Por un lado, reconozco la capacidad de construir historias de David Roas pero, precisamente por eso, no sé hasta qué punto todas las historias son cuentos. Con esto quiero decir que en alguna ocasión me ha parecido más bien una primera versión de un futuro cuento que nunca aparecerá, o un esbozo a mata caballo apuntado en un cuaderno de ideas para su posterior desarrollo. Otras narraciones carecen de pulso narrativo y siento que se van desinchando las historías hasta llegar a un final desinflado o precipitado.

Luego está el asunto de los clichés; en estas narraciones se hace uso y abuso de ellos y, si bien es cierto que la gran mayoría de las veces David Roas da un giro a la narración por medio de una frase, ese darle la vuelta al cliché no deja de ser otro cliché desde hace ya tiempo: esto es, por poner un ejemplo, el miedo a los fantasmas desde el punto de vista del fantasma.

No obstante, solo es un acercamiento a su obra. Si un autor me provoca dudas con su escritura, lo que consigue es que me interese más por otras obras suyas para poder opinar de manera más consecuente.