jueves, 25 de agosto de 2011

Sábado por la noche y domingo por la mañana - Alan Sillitoe

Allan Sillitoe perteneció a la generación de los Jóvenes airados: un grupo de escritores británicos de los años 50 que denunciaba la precariedad de las clases bajas y el despotismo y la indiferencia de la clase media y alta.

El protagonista de esta novela es Arthur Seaton, un veinteañero que vive con su familia y trabaja en un puesto monótono en una fábrica de bicicletas. Vive única y exclusivamente para la llegada del fin de semana, donde se gasta gran parte de su sueldo en pintas, se acuesta con una mujer casada y se pelea con todo aquel que esté dispuesto. Arthur está descontento con todo lo que le rodea, no tiene aspiraciones y los fines de semana se siente libre. Podríamos estar hablando de algún chico del 2011, pero la acción transcurre en la Inglaterra de los años cincuenta, en uno de esos humildes barrios obreros que todos tenemos en nuestro imaginario colectivo.

La obra está dividida en dos partes. La primera lleva por título Sábado por la noche, y en ella se nos da a conocer al protagonista, su entorno, su familia, su trabajo en la fábrica, y sus noches en los pubs. Ocupa tres cuartas partes del libro, y es la etapa de la borrachera, de la diversión y de la despreocupación.

A raíz de un hecho que no desvelaré para no estropear nada al lector, entramos en la segunda parte de la novela, Domingo por la mañana. Después de toda borrachera, llega el domingo de resaca, en el que pagas los excesos del día anterior, juras que no vas a volver a beber, y te llenas de buenos propósitos. Más o menos es lo que le ocurre al protagonista en esta última parte: parece que va a sentar la cabeza.

Este autor tiene un libro de cuentos muy conocido (y que aún no he leído) La soledad del corredor de fondo.

martes, 23 de agosto de 2011

Fiesta en una botella - John Collier

Escritor poco (o nada) conocido en España y, por lo que cuenta Ray Bradbury en el posfacio, en Estados Unidos (al menos durante un tiempo), a John Collier le tocó vivir en la misma generación de Faulkner o Hemingway, por ejemplo, lo que explica, aunque no justifica, su arrinconamiento en la historia de la literatura.

Como no me canso de defender, un buen puñado de editoriales independientes se está encargando de rescatar del olvido a estos autores menospreciados con el paso del tiempo. En esta ocasión se trata de la editorial aragonesa Contraseña editorial. También es lícito decir que estas editoriales nos cuelan no pocas obras menores. Esta, creo que está a caballo entre una buena obra, y un libro algo obsoleto.

Me explico: se trata de una selección de quince relatos donde el humor negro o lo fantástico está presente en casi todos los cuentos. Tiene alguno muy bueno, como Onagra, que nos cuenta qué pasa en un centro comercial cuando cierran sus puertas; Otra tragedia americana, que narra lo que está dispuesto a hacer un sobrino por la herencia de su tío; o El aperitivo, un cuento de apenas cuatro páginas que condensa ese terror propio de la obra de Collier. Creo que estos tres relatos son los mejores del libro.

En su parte negativa, hablaba de la obsolescencia, y es que tengo la sensación de que algunos de los cuentos han envejecido mal y leyéndolos a la luz del siglo XXI quedan demasiado simples. Así, Ah, la universidad es un cuento que trata de ser sarcástico con la falta de estudios, pero que se torna muy light; en otros, como Por el seguro, sabes lo que va a pasar desde la primera palabra. Esto no lo digo como algo malo, en el sentido en que me da igual que se sepa lo que, digamos, se nos va a contar. Me molesta en el sentido de que es demasiado tópico: el asesino es el mayordomo.

No se confundan, es un gran libro de relatos, con aroma a clásico, solo trato de mostrar los aspectos positivos y negativos. A mi juicio y sin ningún tipo de presión mediática o gran grupo detrás.

sábado, 6 de agosto de 2011

Alma - Javier Moreno

A lo mejor soy yo que soy un inculto. A lo mejor soy yo que no estoy al tanto de la literatura contemporánea. O, a lo mejor, es que sencillamente esta novela es otra de tantas donde se ensalza algo que, o yo no lo sé ver, o es que no aparece en la novela. Aunque como dice en la contraportada: esto no es un libro, esto es un alma. Pues ya dice mucho, para mal. Porque yo quería leer un libro, pero bueno, leeremos el alma a ver qué tal...

Y resultan que son una concatenación de frases que al señor Moreno le vienen a la cabeza, sin sentido ni criterio. No me creen, lo sé. Pues aquí va un ejemplo:

"Una vez descubrí una pluma en mi pelo. No sé como llegó hasta allí. La conservé durante días. Cuando caminaba hacia el colegio procuraba que mis pies se posasen sobre las losas de color sepia, evitando las de color blanco. No recuerdo la primera vez que bebí cerveza. Jamás he hecho un test de inteligencia. No hacer test de inteligencia me parece un síntoma evidente de inteligencia."

Si esto fuera la definición que el autor hace sobre un personaje que está algo tarado estaría bien. Pero no. Esta es la voz del narrador. Este es su estilo. Y así 140 páginas se hacen eternas.

Claro, la crítica que lo sube a los altares dice que es el síntoma de los nuevos tiempos que corren, tan acelerados y caóticos, que esta es una muestra clara de la sociedad actual, bla bla bla. La crítica, tan especializa, tan erudita, tan de suplementos, ¿no conoce las vanguardias? ¿No sabe que esto se inventó hace ya casi 100 años?  De verdad que me parece un insulto al lector. No me importa la creación de artificios, recibo con los brazos abiertos cualquier tipo de innovación, lo que no soporto es que me hagan creer que esto es el súmmun de la literatura. Por ahí no paso.

martes, 2 de agosto de 2011

El ruido de las cosas al caer - Juan Gabriel Vásquez


Decir que la literatura hispanoamericana actual gira en torno al ajuste de cuentas con el pasado es decir mucho. Pero tras leerme Formas de volver a casa, de Zambra; El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, de Pron; y ahora ésta de Vásquez, tengo esa sensación. Sin embargo este libro tiene una virtud que lo diferencia de los otros dos. Es mejor. A mi modo de ver, claro. Si el libro de Zambra pecaba de querer hablar de muchas cosas en poco espacio de tiempo, y el de Pron había partes que no sabías por donde cogerlas (véase la sucesión de sueños estrambóticos que tiene) El ruido de las cosas al caer aborda los inicios del negocio de la droga en Colombia de una manera mucho más clara. Igual es porque estoy mayor y la novela de Juan Gabriel Vásquez tiene cierto corte clásico y yo no soy muy partidario de postmoderneces solo porque es una moda. Me parece muy snob. Claro que también me parece muy snob aquél que dice que solo lee a los clásicos porque ya está todo inventado. Ambas posturas me parecen simplonas. El caso es que el ruido de las cosas al caer me ha parecido una novela muy buena.

Ricardo Laverde muere en las primeras páginas del libro. Es más, ya ha muerto cuando empieza el libro. Antonio ha tratado con él poco, realmente muy poco, en los billares. Sin embargo su historia le intriga. ¿Quién querría matar a un tipo así? Algo habrá hecho, le dicen. El caso es que en el momento del tiroteo también estaba Antonio, que resulta herido. Y eso quieras o no une.  Así que de eso va el libro. De la construcción de un personaje a través de lo que saben otros, un poco a la manera de Citizen Kane. Si ya os había dicho que tenía un cierto toque cláscio.