sábado, 24 de marzo de 2012

Todo - Kevin Canty

Los tres principales protagonistas de esta novela son personajes golpeados por la vida en busca de una segunda oportunidad. RL, que regenta una tienda de pesca, fue abandonado por su mujer cuando su hija era aún un bebé. June, después de once años sin su marido fallecido, decide que ya está bien de guardar luto. Layla, hija de RL, pasa todo el verano en su pueblo mientras que su novio poeta se ha ido a Rusia a vivir experiencias. Juntos forman una especie de extraña familia. Cada uno a su manera, y cómo buenamente puedan, intentarán retomar las riendas de su vida. Así, RL se refugia en un antiguo amor, Betsy, que se ha hospedado en su casa porque va a seguir un tratamiento de quimioterapia. RL cree que pueden empezar una nueva vida juntos. June, por su parte, pone en venta la casa que construyó junto con Taylor, su marido, y comienza una relación con el agente inmobiliario. Layla, trata de olvidar a su novio en los brazos de Edgar, compañero de trabajo de su padre, casado y con un bebé y otro en camino.

La novela se desarrolla en Missoula, un pueblo de Montana rodeado de montañas, parques naturales y un gran lago. Este emplazamiento actúa como otro personaje más, ya que la aridez y rudeza del paisaje influye en los personajes; así como en su aislamiento. Me ha recordado al ambiente opresor que se respira en las novelas de David Vann, aunque aquí la naturaleza salvaje, más que volver salvajes a sus protagonistas lo que hace es dejarles con pocas opciones de movimiento. 

Se trata de una novela que, a simple vista, parece una más que tira de tópico y, sin embargo, te deja un poso de buena literatura, ya que Canty es capaz de construir un sobrio relato con ciertos toques líricos.

jueves, 22 de marzo de 2012

Aire de Dylan - Enrique Vila-Matas

A Enrique Vila-Matas le debo, entre otras cosas, ser fuente inagotable de recomendaciones literarias. A él le debo el descubrimiento de Robert Walser, de Laurence Sterne o de Emmanuel Bove (recuerdo haber quedado fascinado al leer Mis amigos), entre otros. No sé muy bien cómo llegué hasta él la primera vez (aunque imagino que sería con Bartleby y compañía), pero desde entonces me acompaña. Hubo una época en que me indigesté, me parecía que perdía fuerza, que se repetía, o que a mí, al menos, ya no lograba sorprenderme como había hecho anteriormente. Aun y todo, siempre me he mantenido fiel. Y para mi suerte, ese escritor que consiguió hacerme creer que en literatura no es todo sota, caballo y rey, ha vuelto. Y curiosamente creo que lo hace con una de sus novelas menos vilamatianas.

Y es que, al menos en las dos primeras partes de la novela, esta última obra de Vila-Matas es menos Vila-Matas que en otras ocasiones. Principalmente por dos motivos: porque es mucho más narrativa y menos ensayística, y por la mesura al introducir culturalismos, dos rasgos inconfundibles en la escritura del catalán. Y, a pesar de este alejamiento de sí mismo (creo que esta frase le gustaría al propio Vila-Matas), los temas son los propios de su amplia obra: la superación de la realidad a través de la literatura, la no acción (los Bartlebys, Oblomovs, o infraleves como en este libro), el juego de máscaras, los heterónimos, etc., forman parte del universo creador del autor.

En cuanto al argumento de la obra, la trama se dispara en múltiples direcciones. El eje central gira en torno a la relación entre un padre, que ya ha fallecido, y su hijo. El hijo siente que su padre se ha adentrado en su pensamiento y que trata de decirle algo. Descubre que su madre tenía un amante y que, entre ambos, han podido matar a su padre. Prepara un pequeño teatro junto a la amante de su padre, ahora amante del hijo, para insinuar el posible asesinato. Tenemos, pues, una revisitación y puesta al día de Hamlet. De esta primera trama se desmadeja el resto de los acontecimientos: el escritor que quiere dejar de escribir porque se arrepiente de gran parte de su obra (y que es el narrador de esta novela); un viaje a Hollywood para comprobar si la frase "Cuando oscurece siempre necesitamos a alguien" es de Scott Fitzgerald; o el capítulo titulado Under the mango tree, que sorprende porque no parece escrito por la misma pluma, pero que tiene coherencia y es verosímil en el relato. Todo ello escrito con mucha ironía, fino humor y ciertas dosis de cinismo.

No se me ocurre ningún autor español que se merezca más el Nobel que Vila-Matas.

lunes, 19 de marzo de 2012

La pesquisa - Juan José Saer

Sigo quedándome maravillado cada vez que tengo noticia de que, en estos tiempos convulsos en los que vivimos, un buen día alguien decide invertir sus ahorros y transformarlos en sueños cumplidos. Rayo verde era el sueño de Laura Huerga y Jordi Fernández: una editorial que se centra en obras de autores contemporáneos que han pasado desapercibidos para la gran mayoría del público español por motivos por todos conocidos (escasa publicidad; cierta exigencia por parte del lector; o simple y llanamente porque nadie ha traducido hasta la fecha a nuestro idioma la obra de ese autor que, sin embargo, en otros países goza de cierto reconocimiento por parte de la crítica y el público).

Dos son las historias que se cruzan en esta novela del argentino Juan José Saer. Por un lado tenemos los ingredientes necesarios para construir una novela negra, esto es, una serie de asesinatos crueles a indefensas ancianas, su correspondiente asesino sádico y el comisario que investiga, que siempre es algo solitario y taciturno. La otra historia tiene que ver con un par de amigos que se reúnen después de que uno de ellos se marchará de Argentina a Francia. Un amigo en común ha muerto y, entre sus cosas, se encuentra un manuscrito que no saben de quién es. En sus investigaciones les acompaña un experto en literatura. Y el resto es leer el libro.

La prosa de Saer es cuidada, rítmica, con yuxtaposición constante de frases, dando la velocidad que quiere en cada momento, aunque normalmente es pausada, reflexiva. A veces tenemos la sensación de que el tiempo se ha detenido y nos hallamos flotando en una especie de limbo filosófico, sobre todo en las primeras páginas.

En cuanto a la estructura, es laberíntica: no es casualidad que el protagonista tenga como bien más preciado un libro de mitología, ni que en uno de los momentos claves de la novela se vea atrapado en una especie de tela de araña formada por trozos de papel. Además, como comentaba más arriba, Saer hace partícipe al lector, no quiere un mero espectador de la acción, si no que el narrador se dirige a él, exigiéndole cierto esfuerzo; así, aparece la figura del doble, la novela dentro de la novela o la hipótesis de otro posible desenlace, haciéndonos cuestionar nuestras creencias.

Bien es cierto que no conozco los demás libros que ha publicado o publicará en breve Rayo verde, pero si es como este de Saer su eslogan podría ser más o menos así: "Libros para releer".

jueves, 8 de marzo de 2012

Infancia - Maksim Gorki

"Al evocar estas enojosas abominaciones de la salvaje vida rusa, por momentos me pregunto: ¿de verdad vale la pena hablar de esto? Y, con renovado convencimiento me respondo: vale la pena".

Pues claro que vale la pena, amigo Gorki, porque aunque tu infancia fuera dura, vivieras en un ambiente opresor donde a las primeras de cambio te llevaras unos buenos azotes de tu abuelo; aunque vivieras en un ambiente hostil donde tus tíos andaban todo el día encarándose y discutiendo (he de decirte, amigo Gorki, que por momentos he recordado el ambiente que se respiraba en la calle de Aribau, donde Andrea vivía también con unos tíos que no se llevaban del todo bien, por decir un eufemismo, en aquella inolvidable novela de Carmen Laforet. Aunque, bien es cierto que lo tuyo fue peor, mucho más duro, tanto física como psicológicamente); decía, que aunque la violencia estuviera a la orden del día y la sufrieras en tus propias carnes y, lo que es más duro, vieras a tu abuelo golpear a tu madre y a tu pobre abuela, con lo buena que era contigo, que te contaba cuentos que luego memorizabas (y el abuelo, aunque luego perdió la cabeza y se hizo insoportablemente avaricioso y egoísta, en el fondo no era tan mala persona; al fin y al cabo te enseñó a leer). Pues a pesar de todo, amigo Gorki, merece la pena, y mucho, hablar de todo esto. Sé que para ti es complicado hacerlo, al fin y al cabo estamos hablando de tus recuerdos, pero a cambio has dejado un legado memorable. La madre, sí, todos te conocemos principalmente por ese libro, pero no fue el único, y esta autobiografía novelada es una muestra de ello. Porque está demostrado que los años de infancia marcan de una manera o de otra, nuestra personalidad, lo que seremos en el futuro. Así que gracias a esta pequeña bildungsroman creo que te conozco algo mejor.

Estoy deseando que los editores de Automática editorial publiquen tus dos siguientes trabajos autobiográficos: Por el mundo y Mis universidades.

martes, 6 de marzo de 2012

Parte de guerra - Edlef Köppen

A pesar de que las comparaciones son odiosas no me resisto a comparar, al menos una parte de la reseña, este libro con aquel otro que me leí hace algunos días y que me maravilló: Compañía K. Lo primero porque es curioso que dos editoriales independientes publicaran en el mismo mes sendos libros sobre la I Guerra Mundial. Y lo segundo porque sean tan distintos entre ellos.

Mientras que en Compañía K el punto de vista lo componía la compañía de marines estadounidenses que hacían la guerra en Francia, aquí el punto de vista se centra en el bando enemigo, en la artillería alemana principalmente, y en la figura de Adolf Reisiger, estudiante que se alista voluntariamente y que es enviado al frente desde el mismo comienzo de la guerra. Si en la obra de William March se nos narraban acciones cotidianas dentro de un marco bélico, en esta de Köppen nos encontramos en las trincheras en su mayor parte. Las balas silban a nuestro alrededor, el barro se mezcla con la sangre y las vísceras de los combatientes y, en muchos pasajes del libro, tenemos la sensación de que en esa batalla que estamos librando no salimos con vida. Y a pesar de estar siempre encogido con la nariz tocando el lodo para que una bala perdida no te lleve por delante, uno de los momentos más atroces es cuando el soldado Reisiger obtiene un permiso de diez días y vuelve a Alemania. Allí, los veteranos de guerra le dicen que eso no es una guerra, que guerra la que hacían ellos; los familiares le preguntan y cuando Reisiger contesta no le creen del todo. "No será para tanto", parecen decirle. Y nosotros que hemos estado en la primera línea del frente no podemos sino resignarnos y mordernos la lengua.

Por último, otro rasgo en común, es el carácter antibélico de ambos libros. Edlef Köppen nos muestra pasajes que demuestran lo absurdo de las guerras como cuando los artilleros disparan sin ver al enemigo, por el simple hecho de disparar; o en la campaña rusa, cuando recorren kilómetros y kilómetros en busca de un enemigo que no está. Pero el mayor alegato son las palabras de Reisiger en una carta que escribe a sus padres tras un armisticio: "La sensación de que los enemigos se han convertido de repente en seres humanos porque algunos de los augustos señores así lo ha deseado". Una simple frase sirve para desmontar cualquier legitimidad, si es que existe, de que se produzca una guerra. Durante este armisticio los soldados de ambos bandos intercambian cigarrillos y charlan amistosamente sin tener en cuenta que hace unas horas se estaban matando.

Aunque de casualidad, ha sido una suerte leer ambos libros casi seguidos porque son perfectamente complementarios e indispensables.

lunes, 5 de marzo de 2012

Segunda residencia - Margarita Leoz

Margarita Leoz es heredera de la mejor narrativa norteamericana, esa que tiene como piedra angular a Carver, Cheever o Ford, amén de Wolf, y que tiene sus orígenes en Hemingway y, antes, en Chejov, y cuyo representante español más destacado, pero no por ello más reconocido, es Gonzalo Calcedo. En sus cuentos no se narran grandes acontecimientos; no se producen epifanías deslumbrantes; ni siquiera sus personajes parecen cambiar mucho. Se podría decir, incluso, que en muchos de estos cuentos el cambio es precisamente que no hay cambio.

Sin supersticiones, trece son los relatos de los que se compone este libro. En cinco de ellos la vida en pareja es la protagonista. Cinco parejas que están prácticamente rotas pero que siguen avanzando a fuerza de cotidianidad. Nadie se planta, nadie decide romper, aunque hayan tenido una aventura con otra mujer (Segunda residencia); la vida en común no era como la esperaban (Trajes granates al fondo del armario); o simplemente tu novio te resulte insoportable (Burbujas de cristal).

En otros dos cuentos (Estarán de obras y Llamaradas) se da un amor solo de ida. En ambos casos, el protagonista es un chico universitario, atraído en el primer caso por una compañera de facultad más mayor que él y en el segundo por su prima, con la que ha crecido. En realidad, más que amor, al menos en el primer cuento, lo que se da es una especie de aliciente a su insulsa vida. Como para probar, para tener algo de lo que preocuparse. En el segundo cuento puede que el protagonista sí que esté enamorado de su prima, pero también es un amor platónico acentuado ante la inminente boda de ella.

Por último, podríamos agrupar otros cuatro cuentos en los que sus protagonistas, todas ellas mujeres, viven una vida solitaria como doctora que se enfrenta, aunque de pasada, a sus años de infancia (En qué nos hemos convertido); como profesora (Callos a la madrileña y No es de verdad); o como fotógrafa (¿Te gusta Debussy?).

Algo que me ha parecido muy positivo y que vengo observando en las escritoras es la alternancia de narradores en primera tanto masculinos como femeninos. Los escritores normalmente escriben solo desde el punto de vista del hombre; cuesta ver un cuento o novela escrito por un hombre bajo el prisma de una mujer. Este caso en las escritoras no se da con tanta frecuencia. Una hipótesis apresurada puede apuntar hacia la formación. La historia literaria (como todas las historias de todas las artes) tiene un marcado carácter masculino, por lo que, por un lado, a las escritoras les viene dado biológicamente el punto de vista femenino, mientras que en las lecturas realizadas, en un alto porcentaje, serán narradas por hombres.

Sea como fuere, Margarita Leoz utiliza tanto la primera persona como la tercera con protagonistas hombres o mujeres, dotando a sus cuentos de una pluralidad que parece decirnos que ni unos, ni otros, nos libramos de nuestros pequeños fracasos.

             

sábado, 3 de marzo de 2012

La esposa diminuta - Andrew Kaufman

El catálogo de la madrileña Capitán Swing es tan ecléctico como coherente. En sus filas se puede encontrar a Ezra Pound, Günter Grass o Albert Camus; pero también a Dante Panzeri, Nicolás Maquiavelo o Jim Dodge. Ensayos, novelas o misceláneas, pero todo ello desde un punto común: el del compromiso político, económico y social con el tiempo que nos ha tocado vivir.

Uno de los últimos libros publicados es esta fábula del escritor canadiense Andrew Kaufman. En ella se nos cuenta un robo a un banco. Sin embargo el ladrón no es un caco al uso. Poco le importa el dinero. Él lo que quiere es el bien más preciado que cada cliente del banco lleve encima en ese momento. Stacey, la protagonista central del relato, le entrega una calculadora. Con ella conoció a su marido, que es el narrador de la historia. Con ella ha calculado cuándo se iban a quedar embarazados, la hipoteca de la casa, si se podían cambiar de coche o si podían tener otro niño. Ante esto, es normal que Stacey empiece a menguar. Porque el amor poco, o más bien nada, tiene que ver con las matemáticas. Para empezar, las matemáticas son una ciencia exacta, rígida, estable e invariable. Por contra, el amor es algo intuitivo, maleable, dúctil. En definitiva, cálido. Hasta que Stacey y su marido, David, no comprendan que, como dice Sabina, dos no es igual a uno más uno, ella seguirá menguando sin remedio hasta desaparecer.

El resto de los clientes robados en la sucursal del banco siguen la misma suerte. En una especie de epifanía fantástica (referido aquí a la fantasía), el objeto entregado a este peculiar ladrón tiene como consecuencia la búsqueda de uno mismo; la superación de sus miedos y sus fobias.

Las ilustraciones, en un sobrio negro a modo de tinta china, corren a cargo de Tom Percival.