viernes, 27 de septiembre de 2013

La hora violeta - Sergio del Molino

Últimamente me ha dado por leer a autores del yo donde el narrador no es solo el protagonista; además es el propio escritor. Diarios, narrativa de viajes, o misceláneas donde se narra algo relacionado directamente con el escritor que necesita deshacerse de esos fantasmas interiores dejando constancia por escrito de las miserias de la vida laboral, como es el caso de Yo, precario, de Javier López Menacho; o Los versos del hambre, de Sara M. Bernard. En otras ocasiones, son los dietarios los que plasman el tedio del día a día y del poco glamour que tiene ser escritor: Dios nunca reza, de Patxi Irurzun, o el reciente descubrimiento de los diarios de Miguel Sánchez-Ostiz, especialmente de La casa del rojo y Liquidación por derribo que comentaré en el futuro. Por último, en algunos casos, es la pérdida de un ser querido lo que te impulsa a emborronar folios, a buscar alguna respuesta, en cierto modo. Es el caso de Luz de noviembre, por la tarde de Eduardo Laporte, que estuve releyendo hace unos días; la mítica Mortal y rosa, de Umbral, que reseñaré en otra ocasión; o la más reciente, La hora violeta, de Sergio del Molino.

Tiene esta novela la misma premisa que la de Umbral, intentar lograr entender una situación que por la ley de la naturaleza no se debe producir nunca: la muerte de un hijo antes que la del padre. Pero donde en el libro de Umbral la prosa es poética y abigarrada, en La hora violeta es mucho más llana, más pegada a la tierra., más desnuda. Umbral habla del paso del tiempo en su persona y solo va dejando pinceladas sobre la enfermedad de su hijo; no es hasta el último tercio donde se vuelca de manera definitiva con el hijo, aunque ese hijo es Umbral y se vuelve todo más oscuro. Sergio del Molino, por su parte, se presenta de manera mucho más clara y concisa. Narra los últimos meses de vida de Pablo, desde que se le descubre la leucemia hasta que muere pocos meses después sin llegar a cumplir dos años de edad. Gran parte del espacio se centra en el hospital, tanto en Zaragoza como en Barcelona, donde es trasladado para un trasplante de médula. Las enfermeras, las doctoras, las medicinas, los otros niños y padres, un mundo que me es ligeramente conocido ya que mi pareja es pediatra.

Novela dura, supongo que no apta para todos los públicos, que va mucho más allá de lo narrado. 

viernes, 13 de septiembre de 2013

Por si se va la luz - Lara Moreno

Después de unas vacaciones, vuelvo con la famosa palabra francesa, rentrée. Literaria, claro. Nueva temporada y pocas cosas van a cambiar, me temo. Si otros medios apuestan por un lavado de imagen, nuevos contenidos y un sinfín de sorpresas más, en mi caso apuesto por la continuidad que no es otra que seguir leyendo lo que me apetece de manera ecléctica saltando de un autor a otro sin criterio aparente. Como único hilo conductor quizás se pueda vislumbrar una serie de puntos más o menos comunes, los ya consabidos: 

1. Autores españoles o de habla hispana.

2. Relato, cuento. Género breve, en definitiva.

3. Editoriales independientes.

4. Comentar libros que me hayan parecido interesantes, por un motivo u otro. Si no me gustan, prefiero el silencio.

Desde que comencé a escribir el blog he intentado que estos cuatro puntos fueran los pilares fundamentales en los que se basara esta bitácora. Y así continuaremos. Es el único sentido que le veo a seguir escribiendo entradas. 

Para esta vuelta al cole me he decidido por la primera novela de la sevillana Lara Moreno. Novela que llevo oyendo hablar desde junio, lo que, a mi entender, puede jugar en su contra. Soy consciente de que en este mundo editorial, o cualquier otro medio, lo importante es estar en el candelabro, como decía la poeta, pero generar tantas expectativas suele ir en detrimento del resultado final. Con estas palabras no estoy juzgando la calidad literaria de la novela, luego pasaremos a ello, sino al excesivo protagonismo de la publicidad. Lo llevo observando varios años; desembolso mayúsculos en material promocional y olvido por completo de editar el libro en condiciones. Tampoco es el caso. Lumen edita bien. Es solo una llamada de atención.

Hablemos, por fin, del contenido. Nadia y Martin, dos chicos de ciudad, modernos, ella artista melancólica; él, eterno doctorando, deciden abandonar la gran orbe y adentrarse en un pueblo semiabandonado. Para ello han sido ayudados por la organización, un ente del que apenas tendremos más noticias pero del que podemos intuir que, si bien la novela se asienta en el realismo, el macguffin inicial podría ser de naturaleza distópica.

En el pueblo viven tres personas más: Enrique, un hombre ya maduro que regenta el bar del pueblo y dos ancianos, Damián y Elena. Más tarde se unirán Ivana y la pequeña Zhenia. Viven con lo mínimo, apenas hay agua y luz y como único aparato eléctrico tienen la nevera. Utilizan el trueque y se auto abastecen con sus propios huertos y animales de granja. La novela nos plantea el regreso a un estado primigenio, no solo para con lo demás, también contigo mismo. Un desprenderse de todas las capas sociales para que salga a relucir tu auténtico yo. El lenguaje poético que Lara Moreno imprime a los monólogos nos llevan a ese estado de introspección donde los personajes se están continuamente preguntándose sobre sí mismos y sobre el entorno. 

Es una novela donde tres de los personajes (Nadia, Martín y Enrique) intervienen con sus propios soliloquios. El resto de los personajes son introducidos con un narrador omnisciente focalizado unas veces en un personaje, otras, en otro. Pero, además, la tierra, el pueblo, es otro de los personajes de la novela, ya que tiene tanta importancia como el que más.

Gran primera novela de Lara Moreno, intimista en su desarrollo, pero universal en su planteamiento.