En lo que va de este mes de noviembre he logrado acabar un par de novelas y dejar otras dos a la mitad. Ninguna de ellas me han parecido buenas. De una de las acabadas esperaba grandes cosas. Un autor que me había fascinado con su particular voz en sus anteriores libros no he conseguido distinguirle a través de las páginas de este último. De los cuatro libros ha sido, con diferencia, el mejor, pero aún y todo me decepcionó bastante. Quizás por las espectativas. Necesitaba leer un valor seguro. Algo que me reconciliara con la literatura. Leer autores contemporáneos tiene estos riesgos, no leer siempre cosas de primera calidad, pero a cambio compensa y mucho descubrir un nuevo autor, seguirle la pista y verle "triunfar". Pero tú sabes que fuistes uno de los primeros en leerle. Al hilo de esto, creo que algo así pasará con Sara Mesa con motivo del finalista del Herralde. A la gente le gustará el libro, seguro, y luego querrá leer otros libros de la autora. Y yo pensaré que hace años me leí un libro titulado No es fácil ser verde, un libro editado en la colección juvenil de Everest y que descubrí, al César lo que es del César, gracias a las estupendas entrevistas que hacía el escritor Miguel Ángel Muñoz en su blog El síndrome Chéjov y que posteriormente editó Páginas de Espuma.
Todo este meandro para comentar que he tenido que recurrir a John Cheever para congraciarme de nuevo con la literatura. Si bien es cierto que Cheever es mejor cuentista que novelista, las novelas tampoco desmerecen.
Bullet Park es la residencia de la típica clase media americana, donde la familia Nailles vive su American dream: casita con jardín; un matrimonio medio feliz y sin infidelidades de por medio (más por las circunstancias que por falta de ganas, sobre todo de ella); un trabajo con el que mantiene a la familia (él); y un hijo que no es ni brillante ni torpe, medianero. Un buen día el chico coge una depresión y decide no salir de la cama en un par de meses. La estabilidad soñada se tambalea. Obvio, estaba cogida con hilos. Así la primera parte. El Cheever de los cuentos.
En la segunda (aquí aparece otro Cheever), Hammer nos cuenta su historia. Antes, al principio del libro, se le ha nombrado de pasada: sabemos que ha llegado al barrio para instalarse y ha cruzado un par de frases con Nailles.
Ahora es su momento en la narración. Nos cuenta su infancia de niño bastardo, su dificil y solitaria existencia, su tormentosa vida sobrellevada a base de alcohol y su obsesión por poseer una casa con una habitación de paredes amarillas donde pueda traducir. En vista de que no puede conseguir una paz espiritual, decide llevar a cabo un plan que planteaba su abuela: matar a un hombre.
La tercera parte el destino de estos dos hombres se cruza. El resto es lectura del libro.
Magistral. Como siempre.
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