Últimas de las novelas de Mario Levrero que podré leer en un tiempo, al menos hasta que me haga con otro paquete proviniente del otro lado del charco. Por fortuna aún me queda un libro de entrevistas y una recopilación de artículos sobre su obra, ambos editados por dos sellos argentinos: Mansalva, en el primer caso; Eterna Cadencia, en el caso de los artículos.
Desplazamientos viene compilado junto con otro título que ya comenté la vez pasada, Fauna.
El protagonista de esta novela corta recorre los apartamentos de un bloque de edificios que ha heredado para cobrar la renta a sus inquilinos. Hasta ahora la labor correspondía a su padre que ejercía la tiranía de propietario con sus arrendatarios. Una vez fallecido este, es el hijo el encargado de llevar a cabo la tarea. Los inquilinos se muestran reacios y fríos ante él, al que ven como el sucesor del padre; sin embargo, la intención del vástago es llevar a cabo una serie de reformas en el edificio y tener una relación cuanto menos cordial con sus vecinos.
Lo interesante de esta obra es el desdoblamiento que se produce en las acciones llevadas a cabo por su protagonista. En un momento dado la narración se corta en un punto y comienza en un estado inmediatamente anterior para continuar por otra vía. Es decir, si el protagonista ha decidido hacer "A", se nos narran las consecuencias de esa decisión para, acto seguido, comenzar un nuevo párrafo donde el protagonista decide hacer "B". Siempre uno, al tomar una decisión, se pregunta "qué hubiera pasado si". Eso es precisamente lo que hace el escritor uruguayo con esta novela: intentar dar respuesta a la decisión no tomada.
Una vez más Mario Levrero demuestra su habitual estilo sencillo y de carácter lúdico, no exento de gran calidad literaria.
El protagonista de esta novela corta recorre los apartamentos de un bloque de edificios que ha heredado para cobrar la renta a sus inquilinos. Hasta ahora la labor correspondía a su padre que ejercía la tiranía de propietario con sus arrendatarios. Una vez fallecido este, es el hijo el encargado de llevar a cabo la tarea. Los inquilinos se muestran reacios y fríos ante él, al que ven como el sucesor del padre; sin embargo, la intención del vástago es llevar a cabo una serie de reformas en el edificio y tener una relación cuanto menos cordial con sus vecinos.
Lo interesante de esta obra es el desdoblamiento que se produce en las acciones llevadas a cabo por su protagonista. En un momento dado la narración se corta en un punto y comienza en un estado inmediatamente anterior para continuar por otra vía. Es decir, si el protagonista ha decidido hacer "A", se nos narran las consecuencias de esa decisión para, acto seguido, comenzar un nuevo párrafo donde el protagonista decide hacer "B". Siempre uno, al tomar una decisión, se pregunta "qué hubiera pasado si". Eso es precisamente lo que hace el escritor uruguayo con esta novela: intentar dar respuesta a la decisión no tomada.
Una vez más Mario Levrero demuestra su habitual estilo sencillo y de carácter lúdico, no exento de gran calidad literaria.
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