Si en Sukkwan Island la segunda mitad del libro mejoraba toda la tediosa primera parte dándole sentido al libro y se nos mostraba un David Vann mucho más visceral, en esta nueva isla, el desenlace, que se precipita en las últimas quince páginas, es inverosímil y, por mucha belleza poética que se esfuerce en mostrar, el resultado es bastante débil. Digo que el desenlace es inverosímil, pero no imprevisible, de hecho desde la segunda página sabes lo que va a pasar, más si cabe si se ha leído el anterior libro de Vann. Y es que el argumento, en una de las historias, es el mismo. Si en la otra un padre y un hijo distanciados se marchaban a una isla inhóspita a vivir a una cabaña para ver si podían limar asperezas, en esta ocasión es un matrimonio cincuentón el que trata de arrimar posturas construyendo una cabaña para pasar el invierno en una isla (también inhóspita y también de Alaska). No sé vosotros, pero yo cada vez que he trabajado con alguien conocido hemos acabado discutiendo por eso de que cada uno tiene su punto de vista y como la confianza da asco, nos soltamos sapos y culebras por la boca. Luego la cosa se soluciona tomando unas cervezas. Pero si te va mal con tu mujer y no se te ocurre mejor idea que llevarla a construir una cabaña con cuatro maderas en la que vais a pasar tres meses a unos diez grados bajo cero pues igual la crisis matrimonial no la solucionáis.
La otra historia es la de la hija del matrimonio, que vive con un dentista adinerado. Estos también viven su propia crisis: ella quiere compromiso y casarse; él quiere tirarse a todo lo que tenga piernas, si tiene dos mejor, pero no es un requisito imprescindible. Para muestra, un botón:
" De pie ante el fregadero, mientras lavaba la lechuga, Jim encontró la solución. Dedicaría el resto de su vida al sexo. Se pondría en forma para poder acostarse con tantas mujeres como pudiera".
En fin, que el libro no es malo; David Vann sabe narrar, tiene un estilo aséptico y seco, e hilvana bien la historia, pero que necesito reconciliarme con la literatura, leer ese libro que me deje destrozado, como cuando era joven e impresionable.
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