En mi autoimpuesta deuda para paliar mi analfabetismo con los clásicos he de decir que la novela que correspondía a febrero era La Regenta, pero entre unas cosas y otras la he ido dejando. No del todo, la sigo leyendo a cuentagotas, pero se me está haciendo más pesada de lo que imaginaba y, si bien me está interesando, prefiero racionalizarla en pequeñas dosis. Así, por contra, leer El corazón de las tinieblas de una tacada es una de las cosas más sanas que uno puede hacer hoy en día. Manejo la edición conmemorativa del cuarenta aniversario de la editorial. Edición bolsillo con tapa dura, estudio preliminar y notas y la portada original de Daniel Gil. Todo ello por cuatro euros. En realidad son diez euros, lo que también es una bicoca, pero cuando me hice con este ejemplar trabajaba en una librería y el comercial de Alianza nos vendía estos ejemplares conmemorativos con un 60% de descuento porque, en principio, los que no vendieran los guillotinarían. Fue la primera vez que oí que "sacrificaban" libros. En otras ocasiones lo que hacen es saldarlos, que me parece mucha mejor idea, la verdad. Sea como fuera, nuestro jefe nos dejaba los libros al precio que le habían costado a él, así que mis compañeras y yo nos hicimos con unos cuantos títulos: El mito de sísifo, La metamorfosis, Peter Pan, Kim, Alicia en el país de las Maravillas...
Me da bastante reparo hablar de los clásicos. Hay numerosos estudiosos que le han dedicado días, meses y años a construir un discurso serio y fundamentado. Yo solo escribo unos cuantos párrafos sin pensar mucho en ellos. Alguna idea. Alguna sensación. Y poco más.
Podría hablar de que esta novela es un relato (cinco marineros en la embarcación Nellie surcando el Támesis y contado en primera personal del plural) dentro de otro relato (Marlow da cuenta de un viaje que hizo remontando el río Congo en busca del enigmático Kurtz). O del viaje al corazón de las tinieblas que es el viaje al interior de uno mismo cuando se enfrenta a la soledad y a lo desconocido. Incluso, podría hablar, de la crítica a la colonización brutal que estaba llevando a cabo Europa frente a África. Sin embargo no lo voy a hacer. Hay miles de estudios para el que quiera profundizar en el tema. Pero no hay que olvidar que lo importante y primordial es la fuente; es de ella de donde se extrae todo. Y la fuente, en este caso, es un libro de 1902 escrito por Joseph Conrad y que debería ser de obligada lectura en los institutos en tan variadas asignaturas como Historia, Ética, Filosofía, Religión o Economía.
¡Qué libro! ¡Me dan escalofríos solo de pensar en él!
ResponderEliminarLa verdad es que ya iba siendo hora de que lo leyera. Aunque así he podido disfrutarlo y sorprenderme a estas alturas.
ResponderEliminarHace tiempo leí una entrevista a Carlos Fuentes en la que decía que todas las Semanas Santas de cada año, leía el Quijote. Esa era la manera de hacer sus ejercicios espirituales. Cuando tuve la suerte de conocer a Hipólito G. Navarro, supe que todos los años leía Drácula, de Stoker. Así que decidí tener una novela a la que volver una vez al año. Elegí El corazón de las tinieblas. La cercanía entre la razón y la más abominable maldad. El sinsentido de la existencia humana en determinadas circunstancias. En fin, que podría no parar.
ResponderEliminarUna auténtica genialidad de novela.
Oye que buena idea eso de escoger un libro para releer todos los años. Yo escogería, sin duda, uno de Kafka, probablemente El castillo.
ResponderEliminar