Este libro me lleva acompañando desde que salió al mercado, practicamente. Corría el año 2008 cuando empecé a trabajar en una librería. Este título me llamó la atención, pero las dudas y las devoluciones hizo que no me lo comprara en su momento. Al tiempo comencé a leer reseñas positivas del libro. Pasó un tiempo y al final lo olvidé. Un par de años más tarde volví a recordar el título. Trabajaba en otra librería, lo pedí al distribuidor y lo compré. Sin embargo, han tenido que pasar dos años más y leer primero La piel de los extraños para recuperarlo, pòr fin, de la montaña de libros inleídos que se van acumulando sin remedio.
Sicilia, invierno se compone de once relatos en los que sobresale un argumento ligeramente fantástico dentro de la realidad cotidiana (ecos de Cortázar) junto con la figura del doble, las simetrías y los Doppelgänger (ecos de Borges). Además, vienen acompañado de una coda que da título al libro y en la que Ignacio explica cada uno de sus cuentos, y que a mi personalmente me gusta aunque entiendo que un autor no tendría porqué explicar sus relatos ya que una cosa es lo que pretenda el autor y otra lo que el lector entiende. Sin embargo, me parece una forma de enriquecerse, de establecer una especie de diálogo con otro lector, en este caso el autor. Lo que queda claro, en cualquier caso, es la consciencia de escritor de Ignacio, donde tiene todo atado y bien atado. Pero precisamente este es el mayor defecto del conjunto de relatos; al ser tan compactos, tan milimétricos, pierden algo de frescura, de dejarse llevar. Por lo demás, es un libro grande, muy grande, que ya dejaba ver a un gran cuentista.
Entre los protagonistas de estos relatos destacan los múltiples Roger Lévy que se dan cita en Roger Lévy y sus reflejos, donde cada vez que el personaje toma una decisión se desdobla y cada uno sigue un camino (el elegido y el otro); el joven estudiante de biología que trabaja vendiendo billetes de autobús mientras experimenta con la escasa clientela en Estación de tránsito; Los diferentes personajes que se dan cita cada día para comer y ver después la telenovela en el bar Pompeu de Flores de bambú; el hombre que trabaja dando masajes en Contactos de piel; o la pareja que alquila un piso donde las paredes están alicatadas de espejos en Caleidoscopio.
Llama la atención, por lo alejado que está al resto de los cuentos, el titulado Los chicos de Nat, un relato bastante cinematográfico donde se nos narra el canto de las sirenas de Ulises en el Far West americano.
En sentido inverso, ya tengo en mi poder Ceremonias de interior. Y no voy a dejar que pasen tantos años para leerlo.
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