LA CONDICIÓN HUMANA
Hace dos años Marina Perezagua
publicaba su primer libro de relatos, Criaturas
abisales, que tuvo una gran acogida por parte de la crítica y los lectores
habituales del género breve. En aquella ocasión, se reunían catorce historias
donde ya podíamos apreciar su particular estilo, con ligeros tintes fantásticos
y gusto por personajes al borde de la locura. También su querencia por el sexo
o, más bien, por la sexualidad.
Con esta nueva colección de, de
nuevo, catorce cuentos, Marina Perezagua aprieta un poco más a sus personajes
y, dónde en el anterior volumen era maldad, ahora se transforma en crueldad,
una crueldad que llega a su máxima expresión en el último relato, el que da
título al libro, Leche, donde el
lector tiene que detenerse ante la escena que se nos está narrando. Una imagen
difícil de borrar de nuestra memoria, y que se basa en un hecho real que
ocurrió en la guerra chino-japonesa.
Pero para llegar a este último
cuento antes hemos tenido que superar otra serie de escollos no menos
desagradables, como la chica que finge su propio funeral para emprender una
nueva vida y de paso se entera de lo que pensaban de ella (El alga); una mujer que cuida de un marido desfigurado e
irreconocible tras sufrir una explosión (Él);
el regreso a casa de una hija para reprochar a su padre su abandono quince años
atrás (Aniversario); o el monólogo de
un profesor frente a la alumna a la que van a trasplantar el corazón (Transplante). Y, sin embargo, dentro de
esas vidas a punto de desmoronarse, de esa inhumanidad y esa dureza casi
inherente al ser humano, vislumbramos una especie de halo poético. Así ocurre
en Las islas, donde un hombre se echa
al mar con una colchoneta hinchable con forma de isla fascinado por una visión
lejana a la que, poco a poco, se irá acercando. Como todos los cuentos
recogidos en este volumen el final es desgarrador y violento, pero la imagen de
una isla de plástico en medio de un océano muestra un fuerte contenido poético
y metafórico. O la historia de amor entre una mujer y un minotauro en MioTauro, con un desenlace también
estremecedor. Y es que, una de las bazas de estos relatos es la resolución de
los mismos; no me refiero a giros inesperados en la última frase, si no más
bien a la manera en que Marina Perezagua nos va llevando a un final que sabemos
que va a ser duro, pero no tan devastador como para dejarnos sin aliento.
Catorce cuentos, pues, que hablan
de la vida y de la muerte, situándose casi siempre a medio camino, en la
enfermedad, donde todos somos más vulnerables. Personajes muy humanos llenos de
contradicciones donde sacan su peor yo en situaciones de peligro o de anhelo.
Al leer los cuentos de Marina Perezagua uno tiene la sensación de que escribir
es fácil ya que la escritora teje una serie de historias de difícil factura de
una manera tan natural y aparentemente sencilla que te descoloca. Empiecen por
el primer cuento, Little Boy, que se
sitúa en Hiroshima tras la bomba y lo que cambia la vida de la protagonista, no
ya por la bomba en sí, si no por las posibilidades que le ofrece esta barbarie.
Lean este primer cuento, como les digo y, si no se sienten atraídos por la
manera de narrar de esta sevillana afincada en Estados Unidos, cierren el libro
y vuelvan al best seller policíaco.
Puede que aún no estén preparados para leer a Perezagua. Si, por el contrario,
les gusta y deciden continuar con el libro, tengan cuidado, pueden sentirse
identificados con sus personajes.
Reseña publicada en el número 360 noviembre de la revista QUIMERA.
Reseña publicada en el número 360 noviembre de la revista QUIMERA.
Una lectura seguro muy sugestiva; trataré de hacerme con algo de la autora.
ResponderEliminarSaludos.
Querido Carlos, gracias,acaba de enviármela Murillo. Un abrazo,
ResponderEliminarMarina