"Al evocar estas enojosas abominaciones de la salvaje vida rusa, por momentos me pregunto: ¿de verdad vale la pena hablar de esto? Y, con renovado convencimiento me respondo: vale la pena".
Pues claro que vale la pena, amigo Gorki, porque aunque tu infancia fuera dura, vivieras en un ambiente opresor donde a las primeras de cambio te llevaras unos buenos azotes de tu abuelo; aunque vivieras en un ambiente hostil donde tus tíos andaban todo el día encarándose y discutiendo (he de decirte, amigo Gorki, que por momentos he recordado el ambiente que se respiraba en la calle de Aribau, donde Andrea vivía también con unos tíos que no se llevaban del todo bien, por decir un eufemismo, en aquella inolvidable novela de Carmen Laforet. Aunque, bien es cierto que lo tuyo fue peor, mucho más duro, tanto física como psicológicamente); decía, que aunque la violencia estuviera a la orden del día y la sufrieras en tus propias carnes y, lo que es más duro, vieras a tu abuelo golpear a tu madre y a tu pobre abuela, con lo buena que era contigo, que te contaba cuentos que luego memorizabas (y el abuelo, aunque luego perdió la cabeza y se hizo insoportablemente avaricioso y egoísta, en el fondo no era tan mala persona; al fin y al cabo te enseñó a leer). Pues a pesar de todo, amigo Gorki, merece la pena, y mucho, hablar de todo esto. Sé que para ti es complicado hacerlo, al fin y al cabo estamos hablando de tus recuerdos, pero a cambio has dejado un legado memorable. La madre, sí, todos te conocemos principalmente por ese libro, pero no fue el único, y esta autobiografía novelada es una muestra de ello. Porque está demostrado que los años de infancia marcan de una manera o de otra, nuestra personalidad, lo que seremos en el futuro. Así que gracias a esta pequeña bildungsroman creo que te conozco algo mejor.
Estoy deseando que los editores de Automática editorial publiquen tus dos siguientes trabajos autobiográficos: Por el mundo y Mis universidades.
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