La editorial Isla de Siltolá, centrada especialmente en poesía, publica la primera novela de este, precisamente, poeta catalán.
A modo de biografía, Juan vico construye la historia de Bob Skinny Lunceford, un bluesman que vivió en la primera mitad del siglo XX. La narración tiene tono costumbrista y algo de picaresca. Comienza la novela con una descripción de los campos algodoneros del Mississippi donde trabajan y viven los padres de Bob y sus numerosos hermanos. A ninguno le espera un gran futuro más allá de continuar trabajando en el campo. Pero Bob descubre casi por casualidad la música: "Un sonido poco habitual le hace levantar la cabeza como un perro de presa, una especie de chirrido oscilante que a esa distancia solo él percibe (...) observa a un viejo sin dientes, sentado en el porche de su chabola, que toca una guitarra aún más vieja y castigada mientras entona con insistencia una misma frase cuyo significado se le escapa por completo. Aunque lo que fascina de verdad a Bobby (...) es la forma en que la mano izquierda del viejo desliza un cuchillo por encima de las cuerdas para obtener una serie de gemidos que van anudándose y desanudándose con los de su propia voz" (pág. 20). Será a partir de esta especie de epifanía cuando Bob ponga todo su empeño en aprender a tocar la guitarra.
Pronto empieza a frecuentar bares donde músicos locales tocan canciones oscuras y algo crípticas. Siempre que tiene ocasión, coge una guitarra de algún músico e intenta tocar. Descubre que tiene un talento innato para desesperación de su padre, que le prohibe tocar. Bob decide irse en busca de un futuro mejor.
Comienza así a forjarse el Skinny músico solitario, mujeriego y alcohólico. La vida le va dando alegrías y tristeza y su vida va fluctuando entre la música, las peleas y la cárcel.
Se trata de una novela corta, de apenas 130 páginas en formato cuartilla y, sin embargo, no es necesario dar más descripciones, ni meter más relleno para darle una identidad real a Bob ni a ningún otro personaje de la historia. Skinny es de los personajes que te acompañan una vez finalizada la novela.
Cada vez me gusta más leer novelas breves y, en muchas ocasiones, son más contundentes que muchos novelones de setecientas páginas (a pesar de que me quiero poner con Franzen). Menos es más.
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