lunes, 23 de enero de 2012

El heladero de Brooklyn - Fernando Molero

Decía Chéjov aquello de: "Si al comienzo de un relato se ha dicho que hay un clavo en la pared, ese clavo debe servir al final para que se cuelgue el protagonista". Pues bien, en los cuentos de Fernando Molero ese clavo pocas veces tiene una importancia relevante. Es un simple macguffin para que avance la trama. Así, en este sentido, poco importa que el protagonista de El heladero de Brooklyn apoye primero a Garibaldi y luego se sienta defraudado con su actuación. La reunificación italiana es solo la excusa para situar a su personaje huyendo del país para recalar en Estados Unidos. Tampoco es relevante el personaje que se hace pasar por el hijo del casero en El ojo de cristal. Ni la larga introducción de La cruz y la katana. 


Se aprecia en estos nueve cuentos la capacidad de fabular de Molero, a veces en su propio perjuicio, como en el último cuento nombrado más arriba, donde la historia se va diluyendo y va atravesando meandros, si bien es cierto que su larga extensión le permite este tipo de narración.


Tienen además, estos cuentos, mucho de homenaje al cine, desde el propio macguffin, hasta clásicos como El padrino o Uno de los nuestros en el relato que da título al volumen; El gabinete del Doctor Caligari en La tesis y el Dr. Melgari, no solo en el guiño del título, sino que toda la historia es una revisión de la cinta de Robert Wiene. También el Museo de espejos tiene algo de expresionismo alemán: "Una atmósfera de misterio lo envolvía todo. Tres tristes focos que proyectaban sendos arcos de luz sobre la pared iluminaban apenas el vestíbulo. A la derecha, detrás de un mostrador de más de dos metros de altura, un hombre sentado a una silla de vértigo, con un ridículo sombrerito y ridículos quevedos, le pidió que se acercara". Luego el propio protagonista señala: "acababa de entrar en un universo extraño y denso, a lo David Lynch". Y, en efecto, ese juego de espejos y ese mundo onírico hace pensar en el autor de Terciopelo azul.

Gusto por narrar y pasión por el cine caracterizan, pues, este conjunto de relatos.

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