Dos son las principales críticas que hace Percival Everett con esta novela. Una más obvia, y la más comentada, es la que se refiere al mundo de la literatura. La crítica, la escasa visión de los editores incapaces de distinguir una buena novela de una parodia o los amiguismos son algunos de los temas de los que trata buena parte de la historia.
El protagonista no es otro que Thelonious Ellison, un escritor de libros muy minoritario, debido a la complejidad de su obra, y profesor universitario. Mientras Thelonious, Monk para sus amigos, es criticado una y otra vez porque su narrativa es blanca, siendo él un negro norteamericano, una compañera de oficio escribe una novela en la que incluye todos los clichés de la raza afroamericana. En poco tiempo, la novela se convierte en un éxito de ventas. Monk, harto de ser rechazado por su trabajo, decide satirizar este tipo de escritura y construye una novela titulada Porculo en un par de semana. La novela está incluida en el libro y, sí, es mala de narices. Es muy parecida a leer unos cuantos párrafos de las novelas que bajo el título de best seller se acumulan en las mesas de novedades de cualquier gran almacén. Por supuesto, la novela de Monk se convierte, antes de salir al mercado incluso, en uno de los acontecimientos literarios del año. Grandes adelantos por parte de la editorial, millones de dólares por su adaptación a la gran pantalla y entrevistas en la televisión. Porculo lo merece, es la gran novela sobre el hombre negro estadounidense. Se nota que su autor, Stagg R. Leigh (Monk no firma su parodia porque la repudia) ha escrito sobre algo que le atañe, sobre una especie de alter ego. Solo un hombre que ha estado en la cárcel puede escribir algo así.
Esto nos lleva a otra crítica. A la que hace de la sociedad estadounidense. Los consumidores dispuestos a comprar lo que nos diga la presentadora de turno si lo incluye en su club de lectura; la manía que tienen de generalizar con las razas; el rechazo a su hermano por parte de su comunidad cuando confiesa que es gay (vive en Arizona); los paletos antiabortistas a la puerta de la clínica de su hermana, etc. Lo de la crítica a los estadounidenses es porque se sitúa allí la novela, pero es extrapolable a cualquier otro país.
Acabo de nombrar a la familia. Esta es la otra gran crítica de la que se hace eco la novela (la de la sociedad norteamericana en realidad es suma y consecuencia de estas dos: El mundillo literario y la familia). Monk siempre ha sido distinto a sus otros dos hermanos. De abuelo médico y padre médico, sus hermanos siguen los pasos de la tradición familiar. Monk se hace artista. Curiosamente, y lejos de ser el padre autoritario que quiere ver cómo sus hijos siguen su camino, comprende que Monk es especial, tiene una forma de ser diferente. Es el hijo más querido de los tres. Esto lo sabe el propio Monk, pero también sus hermanos, por lo que las rencillas están patentes incluso en la edad adulta.
Muerto el padre, más tarde Monk descubrirá un secreto que se llevó a la tumba pero del que quería que se enteraran, la madre vive sola en la casa familiar de Washington. El Alzheimer comienza a hacer mella. Su hermana es la que más cerca vive así que cuando Monk se traslada a la ciudad para participar en un congreso así se lo hace saber, echándole en cara que es ella la que se preocupa de su madre. Su otro hermano bastante tiene con ser homosexual y ser padre de familia. Por una serie de causas que no voy a desvelar, Monk acaba viviendo con su madre. La convivencia entre ambos, las conversaciones con su hermano a través del teléfono o en persona (pero sobre todo los silencios) y los recuerdos que se van desgranando en la narración son todo un estudio de las relaciones familiares. No le hace falta a Everett grandes palabras, grandes sagas familiares o grandes catástrofes para radiografiar a ese núcleo llamado familia.
Todo esto construido bajo un prisma satírico, al igual que la novela de Thelonious.
¿Se puede contar esto en 350 páginas? Se puede, y más teniendo en cuenta que 70 se nos van en Porculo; que a veces, y sin venir a cuento, nos deleita el protagonista con su habilidad para construir muebles de madera o la pesca; o nos incluye conversaciones hilarantes de grandes artistas. Una muestra:
“Wittgenstein: ¿Qué hacía Bach cuando lo acuciaban las deudas?
Derrida: ¿Qué hacía?
Wittgenstein: Darse a la fuga.
Derrida: ¿Te refieres a que huía apresuradamente para escapar de las autoridades? Wittgenstein: Bueno, no me refería exactamente a eso. Era un juego de palabras. Derrida: Ah, ya lo pillo”
¡Qué bueno! ¡Lo que me reí con este libro! Y es verdad, esos diálogos que no vienen a cuento de nada, pero son tan buenos...
ResponderEliminarSí, la verdad es que sin ser una obra maestra ni descubrir una nueva forma de narrar y todo eso que está tan de moda, es bastante buena.
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