De los siete relatos que componen este libro seis pertenecen a la última etapa del autor de Rashomon, que inmortalizó en el cine el gran Akira Kurosawa, correspondientes a los años 1923-1927. En esta etapa, Akutagawa deja atrás todo relato histórico que caracterizó su obra anterior para adentrarse en el yo autobiográfico. Son relatos, pues, que contienen la esencia de la atormentada mente del autor, que sufría alucinaciones y "una angustia confusa" hacia el futuro. Se había cansado de vivir. Así, nos encontramos con historias mínimas, pequeños aforismos cargados de belleza, piezas minúsculas de los últimos años de su vida.
El otro cuento pertenece a una etapa anterior, a 1919, aunque en él ya tenemos muestras de su universo personal. Su título, Las mandarinas, contiene una de las imágenes más bellas que he leído en mucho tiempo:
"En ese momento, al otro lado de la barrera del ruinoso paso a nivel, vi a tres chicos con las mejillas arreboladas, de pie y apretados en una fila. Encogidos y oprimidos por el cielo plomizo. Los tres eran pequeños y de idéntica estatura. Además, iban vestidos casi igual en el lúgubre y sombrío escenario de esta zona de los suburbios. Mientras alzaban sus miradas para ver pasar el tren, en un segundo, todos levantaron las manos a la vez y, estirando sus inocentes cuellos, lanzaron con todas sus fuerzas un grito de guerra cuyo significado no pude entender. Fu en ese instante cuando sucedió. La muchacha, asomada con medio cuerpo fuera de la ventanilla, extendió y agitó enérgicamente su mano llena de sabañones. Acto seguido, unas cinco o seis mandarinas, teñidas por los colores de uno de esos cálidos días que le alegran a uno el corazón, llovieron del cielo por separado sobre los niños que decían adiós".
Particularmente duro es su Nota enviada a un viejo amigo, una carta de suicidio donde habla de las causas que le llevan a tomar tal determinación, y de las diferentes posibilidades que tiene de darse muerte y por qué elige finalmente la intoxicación frente a otras menos estéticas, como el atropello o el ahorcamiento.
En el título que da título al libro, Vida de un idiota, Ryunosuke hace un repaso de algunos hechos importantes en su vida en cincuenta y un pequeños capítulos donde prima la belleza poética.
Teniendo presente lo que cuenta, normalmente hechos de su vida mezclado con alucinaciones y terrores varios, y cómo lo cuenta, con una prosa rayana en lo lírico, el resultado es de una hermosura aterradora.
Akutagawa tuvo una vida breve y desdichada, si es que la desdicha puede ser breve.
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