domingo, 10 de julio de 2011

Patricio Pron - El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia


Creo que Patricio Pron es un gran narrador, domina la técnica, el estilo, la estructura y hasta el ordenador con el que escribe. Pero también creo que me ha engañado con esta novela. Más aún teniendo en cuenta lo que esperaba de ella. La crítica (la crítica de la que me fío, no la de los suplementos literarios, de esa me fío poco o nada) le ensalza, el librero que me lo vendió me dijo que le dejó tocado cuando la acabó (también es un buen librero, no es un reponedor de Carrefour, a pesar de que sea la librería que más vende), e incluso estaba predispuesto a que la novela me gustara, me produjera una catarsis brutal y, en definitiva, me cambiara la vida para siempre. Y creo que ese ha sido el principal problema.

Porque, no nos engañemos, la novela no es mala, ni mucho menos, y Patricio sabe lo que hace. A Pron lo que es de Pron. Pero tampoco es esa novela que todo buen lector (sí, me considero buen lector, de hecho creo que es lo que mejor se me da hacer) espera leer algún día, esa que te deja tirado en la cama, mirando al techo, sin apenas comer, preguntándote qué coño significa estar aquí, en el planeta Tierra, con gente alrededor, yendo a trabajar, relacionarte con los demás, etc. No, esta definitivamente no es esa novela.

¿Y qué es entonces? Pues, obviamente, si no es esa novela, será otra, vamos digo yo.

Y esa otra novela está dividida en cuatro partes más un epílogo, a saber:

La primera parte muestra a un narrador, un tal Patricio Pron, (si, esto va de autoficción), que se ha pasado ocho años en Alemania, drogado, amnésico, tomando pastillas (muchas, de hecho demasiadas para darnos el nombre de todas y cada una), y en los ratos libres estudiaba y daba clases. Vamos que es el tipo que más años ha estado de Erasmus. Al narrador se le pone malo el padre, así que decide volver a su Argentina natal para despedirse de él.

En la segunda carta PatricionarradorPron encuentra una carpeta que su padre tenía guardada en su despacho. En la carpeta hay numerosos recortes de prensa sobre la desaparición de un hombre y su posterior asesinato. Resulta que el hombre desaparecido es hermano de una chica a la que “desaparecieron” años atrás, durante la dictadura de Videla. Esta chica era amiga de su padre. Luego sabremos de qué la conoce. Casi en la totalidad de esta segunda parte, Pron transcribe los recortes de periódico que estaban en la carpeta. Y los transcribe tal cual, con todas las faltas de ortografía que cometen los periodistas y no son pocas). Esto no sé muy bien por qué lo hace. Cosas suyas.

En la tercera parte, a parte de transcribir algún recorte más, el narrador se pone malo, así que tiene unos sueños muy raros, sacados directamente de Twin Peaks (y no del mundo onírico de Bolaño, como algunos apuntan. ¡Por favor!).

En la cuarta parte, casi de manera milagrosa, el narrador cobra la memoria, y se acuerda de que sus padres pertenecían a la Guardia de Hierro, un movimiento juvenil peronista (de ahí conoce el padre a la chica desaparecida). También recuerda que había perdido la memoria porque “quería” perderla, porque su infancia no fue especialmente alegre. Así que se siente culpable, y quiere redimir su culpa, y que mejor manera de hacerlo que escribir un libro, lo titulará: El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia.

Por último, nos cuela un epílogo donde nos dice que lo que ha ocurrido es verdad, pero que tiene el permiso de sus padres. Y bien, ¿a mí qué más me da? Cuando leo literatura no busco rigor histórico ni científico, eso lo busco con el ensayo.

Después de la crítica parece que el libro es lo peor que se ha escrito en mucho tiempo. Y no lo es para nada, solo que le ha tocado ser a Patricio Pron cabeza de turco. De hecho, tengo El comienzo de la primavera pendiente y me apetece mucho leer sus relatos. Lo que no acabo de entender es el valor que le dan a esta novela. Creo que gran parte del mérito se lo lleva el hecho de que sea autoficción y de que los hechos ocurrieran realmente. De que los sentimientos del narrador sean los de una persona de carne y hueso. Pero el hecho de que para el autor significara una verdadera catarsis escribirlo, no implica que para el lector también lo sea. Todos estamos de acuerdo en que lo que ocurrió en Argentina (en casi toda Sudamérica) con los dictadores es inadmisible, pero lo que estamos valorando es el carácter literario de una obra, no el dolor y lo putas que se pasó allí (o aquí) hace años. Y por eso creo que Pron me ha engañado.

Por último y no menos importante, alguién me puede explicar por qué razón la numeración de los capítulos va saltándose algunos números o no sigue la correlación, porque por más que le busco un sentido no lo encuentro.

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