Continuando con la relectura veraniega de Gogol, hoy es el turno de esta nouvelle que, en mi caso, más que relectura es descubrimiento porque no la conocía.
Los Ivanes, Ivanovich y Nikiforovich, son dos amigos de toda la vida. Vecinos, incluso, un buen día Iván Ivanovich descubre una escopeta que pertenece a Iván Nikiforovich. Le hace una oferta por ella, pero Nikiforovich no está dispuesto a venderla. Una cosa lleva a la otra, comienzan a insultarse y, en un momento dado, Nikiforovich llama a Ivanovich ganso. ¡Y hasta aquí podíamos llegar! Ivanovich se va muy ofendido. A partir de este momento, comienzan las rencillas: uno invade su terreno y construye un corral para gansos, el otro lo destruye a martillazos; Uno denuncia, el otro también. La disputa van en aumento, poco a poco, hasta el desolador final.
Total, que Gogol demuestra que el ser humano es el animal más gilipollas que hay sobre la faz de la tierra, y lo hace tan bien que te da igual pertenecer a esa especie.
Dices: “coño que Gilipollas son, son como yo, unos gilipollas sin remedio”. Y te hace hasta gracia que te demuestre lo vil y estúpidos que somos.
Por cierto, que igual es obsesión mía con Kafka, pero la parte de las denuncias y la posterior resolución del conflicto que se alarga años y años me recuerda tanto al amigo Franz. Quizás porque ambos abordan en sus obras a personajes de a pie, unos cualesquiera; y esos son esos tipos grises (aunque lleven la corbata naranja) que pululan por la vida con papeles e informes incomprensibles.
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