Conocí a Jules Renard gracias a Vila-Matas. También gracias a Vila-Matas conocí a Emanuelle Bove, a Robert Walser, y a tantos otros. El escritor catalán se hacía eco de una de las sentencias que el francés apuntaba en su diario: "la vida es corta y aún así nos aburrimos". Uno, que es bastante existencialista, enseguida se sintió atraído por esta frase. Apuntó el nombre del escritor en una libreta, sumándose así a los quinientos nombres más que bailaban en sus hojas, y ahí quedó la cosa. Hasta el otro día que, paseando por Madrid, entré en Antonio Machado (la del círculo) y me lo encontré. Era una señal, había llegado el momento de comprarlo.
Gran parte de su diario se compone de aforismos como el mencionado más arriba, aparte de una ironía muy cercana al cinismo; se muestra bastante duro tanto con su obra como con la de otros escritores de su época. Por momentos da la sensación de ser un tipo envidioso con ansias de fama.
También llama la atención el profundo desprecio que sentía por su madre y, en menos medida, por su padre. No obstante, esta fue una de sus grandes obsesiones tanto en su vida como en su obra.
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