jueves, 1 de diciembre de 2011

Tengo una pistola - Enrique Rubio

Cascaradenuez, nuestro protagonista, es una especie de Hikikomori que lleva diez años sin salir de su casa. Su única relación es a través de Internet y con un psicólogo que viene a su casa de vez en cuando. Cuando esto ocurre, Cascaradenuez se pone un casco en la cabeza, por lo que el psicólogo realmente no sabe quién es. Además, quien suele hablar es el psicólogo, de modo que más bien parece que es el médico el que necesita tratamiento. No es casual que sea este, y no el paciente, el que se sienta en el diván. De esta manera, también se justifica que, después de un episodio desagradable que tiene lugar a mitad del libro, el psicólogo quiera seguir yendo a casa del Hikikomori.


La novela está estructurada en dos partes. La primera es la más brillante y te lleva hasta el límite. La segunda, en principio, parece que te decepciona, sobre todo al comienzo; sin embargo, es difícil mantener el ritmo de la primera parte donde Enrique Rubio ha tensado tanto las cuerdas que corre el riesgo de que se rompan. Por lo tanto, el cambio de actitud que toma el protagonista es una decisión muy inteligente por parte del autor.

Paralelamente a las idas y venidas de Cascaradenuez, el protagonista sueña por las noches que es el héroe de un videojuego, una especie de Resident Evil, en una Manhattan infestada de zombies. Esta historia del videojuego corre en paralelo con la principal. Si en el sueño es un héroe, en la vida real Cascaradenuez es un antihéroe, que se cree héroe y Elegido para desenmascarar la realidad.

El estilo se asemeja bastante a Chuck Palahniuk, sobre todo en la enumeración de datos estadísticos o la repetición de frases a modo de mantras: "Quien pillara unas vacaciones de pescador en los mares de Noruega a la intemperie, en medio de un ciclón."; "Quien pillara un atentado terrorista. Quien supiera dónde van a colocar la próxima bomba." También en esa especie de "Simón dice" que utiliza el escritor norteamericano: "AEnima dice que el Elegido debe renunciar a su cara"; "AEnima dice que CELOS es un parche para evitar criar los hijos de otro sin saberlo". Además el último tercio de la novela me recuerda bastante a El club de la lucha, sobre todo en la creación de la secta y en el amor como redentor, esto último también se encuentra en Pigmeo, aunque esta novela es posterior (al menos la traducción al castellano). Por último, el lenguaje, también se me asemeja a Palahniuk, cargado de sentencias tan políticamente incorrectas como no por ello menos verdaderas en muchos casos. Es por ello un libro incómodo de leer, excesivo en ocasiones y, sin embargo, consigue que queramos a Cascaradenuez, que le entendamos.

Poniéndonos tiquismiquis, no me creo las palabrotas que utiliza la Cajera: leche y coñe. Cada vez que las leía pensaba en Doña Rogelia. Tampoco me convenció el hecho de que Cascaradenuez y otro personaje de la novela sufrieran abusos escolares en su infancia. Me ocurrió igual con la película de Gus Van Sant, Elephant. En una escena salen los compañeros de clase tirando bolas de papel a los futuros asesinos. No creo que el autor justifique sus actos por el hecho de haber sufridos de pequeños, pero parece que de alguna manera se les legitima.

En cualquier caso, se trata de una muy buena primera novela escrita con pulso firme. En breve leeré su segunda novela: Tania con i, 56ª edición.

2 comentarios:

  1. Hola. Bueno, tengo por ahí apartado este libro que trataré de leer en enero. En principio su forma -en una primera hojeada- no me ha dado muy buena espina pero sí esta reseña. Parece una obra ambiciosa. Eso está bien.

    Un saludo.

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  2. Lo leí hace tiempo y me gustó mucho. Tengo pensado, cuando pueda, volver a leer algo de este hombre ...

    Saludos!

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