Considero a Quim Monzó como uno de los mejores cuentistas de la península de los últimos quince años. El porqué de las cosas o, mejor aún, la recopilación de Ochenta y seis cuentos, son de lectura obligatoria para todo amante del género. Heredero directo de Pere Calders (dentro de nuestras fronteras), y de los deconstruccionistas norteamericanos (fuera de la frontera) la obra de Quim Monzó destila ironía, sarcasmo y socarronería a partes iguales. Sin embargo, no le conocía como novelista.
Un cuarentón consigue, por fin, ligar con la vedette del teatro donde trabaja como trompetista. Van a cenar y el trompetista bebe más de la cuenta por lo que teme tener un gatillazo cuando estén a solas, que es exactamente lo que ocurre. Sin embargo, a la mañana siguiente se levanta con una erección que mantiene a lo largo de los días. Con esta premisa se inicia La magnitud de la tragedia.
Lo que en principio parece una ventaja, poder mantener relaciones sexuales de manera ininterrumpida, pronto se vuelve en su contra. La propia erección es una enfermedad que acabará con su vida en un plazo breve de tiempo.
Las situaciones grotescas que se dan solo son creíbles porque salen de la pluma de Quim Monzó, capaz de hacer verosímil lo más insospechado. Ahí radica su mayor acierto. Es una novela ágil que se lee de un tirón, con las características propias del estilo de escritura de Monzó, esto es, la mencionada ironía y el humor, o la contención verbal. Sin embargo, donde en los cuentos me parece deslumbrante ese uso del lenguaje, aquí se me hace chirriante y, a veces, incluso pesado.
De alguna manera creo que esta novela es un cuento hinchado que Monzó, que además domina la técnica de la elipsis de manera magistral, podría haber escrito en diez folios. En la contraportada se dice que se habla de amor, de odio, de soledad y del paso inevitable del tiempo y de la inevitabilidad de la muerte. Sí y no. Sí, porque al fin y al cabo todas las novelas hablan de una manera u otra de esos temas. Pero es como decir que no habla de nada. Y no, un poco relacionada con lo anterior, porque no profundiza en esos temas, están ahí porque el ser humano se mueve en esos parámetros, no porque Monzó trate de ellos. Se me ocurren unos cuantos cuentos en los que sí que habla de esos temas y de manera mucho más acertada.
Hola Carlos:
ResponderEliminarHace años leí esos 86 cuentos de Monzó que citas. Me gustó el libro, aunque creo que me gusta más el modelo de cuento norteamericano: Carver, Wolff o Cheever.
saludos
David
Hola David,
ResponderEliminarsí, bueno, son totalmente distintos. Cheever y Carver son otro nivel, en cualquier caso. A Wolff no lo he leído, y mira que me lo han recomendado.
Quizás Gonzalo Calcedo tiene más ese estilo norteamericano.
Saludos.
Carlos.