No recuerdo bien cómo llegué a Levrero, o bien a través de un taller literario o bien a través de la facultad. Lo que sí recuerdo es que me recomendaron La ciudad. Por aquel entonces solo había una edición de Plaza & Janés de 1999 que solo podías conseguir a través de la segunda mano. Hice un intento de búsqueda algo apático y finalmente me olvidé de ella.
Un día, estaba trabajando en una librería, vi en el catálogo de Debolsillo que sacaban un pack llamado la Trilogía involuntaria compuesto por La ciudad, París y El lugar. La edición salía en octubre de 2008 y creo que no hubo paso previo a la edición de bolsillo, es decir, que nunca salieron estos títulos en Trade en España. Los devoré con gran placer, especialmente el primero y el tercero. Eran puro Kafka. Los adoré. Descubrí que también salía en octubre de ese mismo año La novela luminosa. Así que también lo pedí. Sin embargo, y a pesar de lo que había disfrutado con los otros tres, no lo leí, sino que me puse a buscar más libros sobre este "raro" uruguayo.
Caballo de Troya había publicado en Junio de 2007 El discurso vacío y Dejen todo en mis manos. De inmediato los pedí al distribuidor. Descubro ahora, revisando unas notas, que este último libro lo leí el uno de enero de 2010 de madrugada (ya dos de enero). Según apunto en mi diario, me dormí y al par de horas me desperté como si hubiera dormido toda la noche. En vista de que sabía que no me iba a dormir de nuevo, cogí el el libro y me lo leí del tirón. Apunté: "Novelita corta, muy bien escrita, bastante kafkiana. Parece mentira cómo se puede crear algo que merece la pena con esa aparente sencillez. No es que sea una obra maestra, no me refiero a eso, es que Levrero consigue con un argumento sencillo una gran novela corta".
Todo este rollo parece que no tiene sentido, por qué no habla de una vez del libro, os preguntaréis. Bueno, creo que de alguna manera estoy hablando de él. Este libro es distinto, especial y, por ello, se merecía una reseña también distinta. En realidad estoy intentando plagiar su estilo en esta reseña; una licencia que me permito para despedir el año, por ejemplo. O porque es mi blog y escribo lo que quiero. Esa es mejor razón.
El caso es que no sé muy bien por qué, pero he dejado que La novela luminosa durmiera el sueño de los justos en mi estantería hasta ahora. Y visto con perspectiva, creo que he hecho bien, que hice bien en no leerla tras la Trilogía involuntaria. Porque esta novela es, de alguna manera, de muchas maneras, la summa (sí, con dos emes) literaria de Levrero. Bien es cierto que no he podido leer toda su obra, entre otras cosas porque no hay más editado en España. Se habla de unos cuentos escogidos que estaban prácticamente para salir de la imprenta allá por el 2008 pero, a día de hoy, ese libro no existe y, según me ha comentado un conocido que habló con la representante de ventas de Mondadori, para 2012 podemos esperar sentados.
Y de eso trata La novela luminosa. (Los que han leído la novela espero que hayan entendido el intento de homenaje a Levrero y los que no, a ver si les pica la curiosidad y la leen).
Mario Levrero tuvo la rara virtud de hacerse imprescindible para sus lectores, incluso aunque éstos supieran que es imperfecto, que lo es. A Levrero se lo admira por lo que se le quiere. Un gran escritor, con un universo propio.
ResponderEliminarHola Carlos:
ResponderEliminarMe alegra encontrarme con más lectores de Levrero.
La verdad es que, como dice el anónimo, a Levrero se le admira porque se le quiere. A mí me encantó entrar en esta trastienda del escritor, y poder asomarme a sus manías, sus miedos o ansiedades: sus búsquedas de libros de novela negra, su vida ajena al mundillo literario, su incapacidad para la vida normal; se hacía el hombre muy entrañable.
Leía las cosas sencillas de su vida como hipnotizado.
Una gran lectura.
saludos