Tienen estos doce relatos a un mismo narrador en primera persona, Jorge. Bueno, en realidad, son once, en Estación en la tierra el narrador protagonista es un marciano. Pero en el resto, es Jorge. Aunque este Jorge no siempre es el mismo. A veces es un hombre mayor y solitario que solo mantiene un mínimo contacto con la vecina (Una comedia romántica). Otras veces, es un hombre que descubre que no es bueno ser siempre sincero (El olor de la verdad). O puede ser un joven que no sabe ni cambiar la rueda del coche (El invento de la rueda).
Lo que tienen en común estos narradores es la mirada atenta de los hechos cotidianos en el mundo laboral, sentimental, y familiar, principalmente. Y esa mirada, atravesada por un prisma irónico y afilado, llega donde otras miradas no llegan, esto es, al borde casi del esperpento.
Así, por ejemplo, asistimos a las cenas de navidad que Jorge celebra con sus excompañeros, incluso después de que ya no quede en la fábrica ningún conocido (Amigos para siempre); Paseamos de la mano de dos culturetas de provincias autocomplacientes (Habitantes del limbo); o presenciamos, con los ojos como platos, cómo las mujeres de la vida de Jorge, su madre y su novia, visten al muchacho en cada ocasión (Azul marino o gris marengo).
Y mientras que leemos estos cuentos nos vamos avergonzando poco a poco, encogiéndonos en la silla, porque nos damos cuenta de que también pertenecemos a esa secta de los Cabezas Vacías.
Gracias por el comentario.
ResponderEliminarUn saludo.
Pedro