El matrimonio formado por Kawashima y Yoko es uno más de los tantos matrimonios que existen. Acaban de tener una niña, Rie, y en el trabajo les va bien. Aparentemente es un matrimonio normal. Aparentemente. Porque desde hace dos semanas Kawashima observa dormir al bebé mientras con la mano derecha empuña un punzón. Siente deseos clavárselo a la niña, pero no puede hacerlo. Es su hija.
Kawashima oye una voz en su interior que le dice que para redimirse debe matar a alguien. Solo así superará los deseos de matar a su hija. Lo prepara todo para asesinar a una prostituta, Chiaki. Pronto se dará cuenta de que ella también padece un tipo de trastorno.
Tanto Kawashima como Chiaki sufrieron abusos durante su infancia. Él era brutalmente maltratado por parte de su madre, ya que le recordaba a su marido, al que odiaba. Ella, por su parte, era violada por su propio padre. Aquellos dos niños no han podido crecer sanos; han ido acumulando una serie de taras tales como escuchar voces, usar la violencia o autoinfligirse castigos.
La novela de Murakami es minimalista en el sentido de que se desprende de todo lo innecesario: solo se centra en ambos personajes, en sus mentes laberínticas, oscuras e impuras, de donde salen todas sus perversas acciones. Es una obra tremendamente adictiva que se lee en una tarde con el corazón en un puño.
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