Creo que hay varias razones para hacerse con este libro. La primera es por el propio país, por Rusia. Gran parte de los amantes de la literatura hemos crecido literariamente hablando leyendo a los clásicos del siglo XIX de aquel país que estaba tan lejos y estaba siempre nevado. Nos familiarizamos con palabras como samovar o dacha y estuvimos muy atentos para no perdernos con los nombres de los personajes que aparecían hasta de tres formas diferentes en apenas dos páginas.
La segunda razón por la que hay que hacerse con este libro es por la edición. En estos tiempos que corren en los que los más optimistas dan quince años (por poner una fecha) más de vida al libro en papel, editoriales independientes como Impedimenta, Contraseña o la propia Nevsky están realizando una labor encomiable para darle al libro el valor que se merece; el libro como objeto, como placer estético, como arte. En plena revolución digital, los grandes grupos editoriales, salvo honrosas excepciones, cada vez se preocupan menos por la labor editorial y se les ven muy dispuestos a entrar de lleno en el mundo de los ebooks, cosa que me parece legítima. De hecho, puede que para su mercado, ese sea el formato idóneo. En cualquier caso, es un tema largamente discutido que aquí no tiene cabida.
La tercera razón por la que se tienen que hacer con este libro es la más importante, por el contenido. Por los cuentos. Diez eran diez los cuentistas, que en realidad son once si contamos, y hay que hacerlo, el epílogo de Care Santos. La calidad media de las narraciones es bastante aceptable, sin embargo hay un par de cuentos que superan con creces la media. Uno es El príncipe Hamlet de Mtsenk de Óscar Esquivias; el otro, Los siluros de Prípiat de Daniel Sánchez Pardos.
El texto de Esquivias es un relato pausado, moroso, en el que se nos va desgranando poco a poco la historia: el talento para la música de Yuri; la relación de este con su padrastro; con su amigo Vania, etc. Y el final abierto para que el lector participe.
En cuanto a Los siluros de Prípat, nos encontramos con que el protagonista ha tenido un brote de locura en su trabajo. Su hermano, al que le ha abandonado su mujer, se lo lleva a pescar a Prípiat, cerca de Chernóbil. En el aeropuerto conocen a un tal Alexandr, un astrónomo que también se dirige hacia allí.
Pero hay más, la relación de las dos hermanas en el cuento de Jon Bilbao; la road movie alucinada de Esther García Llovet; o los mil y un nombres del Soldado ruso de Berta Vías Mahou.
Así que ya sabes, Товарищ, tienes que leer este libro.
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