viernes, 28 de octubre de 2011

Vivir y morir en Lavapiés - José Ángel Barrueco

Al poco de comenzar esta novela me dije: "por la estructura, me recuerda a Crash; a Magnolia". Al rato, un personaje alquila estas películas en un videoclub y, además, Paris je t´aime. "Sí, también es un poco así", confirmo.

En cuanto a obras literarias me recordaba a Short Cuts y a La colmena. La obra de Carver es nombrada en el libro (nombra la película). En cuanto a la novela de Cela, un hombre la lleva bajo el brazo. Además de por la estructura fragmentaria, se asemeja en el tono decadente y cierto pesimismo. En la obra del Nobel la posguerra hacia sus estragos; en la de Barrueco, la crisis (no la de ahora, sino la de siempre). Me refiero a la crisis de familias que no encuentran trabajo; inmigrantes que arriesgan sus vidas para llegar a otro país y descubren que las perspectivas tampoco son buenas; trabajadores que regentan un negocio con más pérdidas que beneficios; escritores que intentan hacerse un hueco viviendo de su arte. Ambas obras también comparten el rasgo costumbrista (adaptado al siglo XXI, eso sí).

Sigo leyendo. En la página 67 me encuentro con lo siguiente:

"- ¿Sabes, colega, lo que más me gusta de una obra? (...) La elipsis. Lo que no se ve. Lo que queda fuera. Lo que está en los márgenes. Lo que debemos intuir e imaginar. Los silencios. Los espacios en blanco".

Y un poco más adelante, en las páginas 134-135:

"- Creo en la fragmentación, tío. Proporciona una cierta perspectiva que no poseen las narraciones lineales. (...) es tú cabeza la que deberá hacer el trabajo. El esfuerzo de recomponerlo todo en tu mente. De juntar los pedazos".

Y así continúas toda la novela. Intearctuando con ella. A lo largo de sus páginas se nombran películas, canciones, libros, escritores o actores. Compartes algunos gustos, otros, no. Algunos títulos no los conoces y los apuntas.

Vivir y morir en Lavapiés, no hace falta que lo diga a estas alturas, es una novela coral, por donde pululan todos los vecinos de este barrio madrileño. Barrueco realiza un bosquejo realista y social de la idiosincrasia del lugar. En especial, se centra en tres historias: la de unos mafiosos en un ajuste de cuentas; la de una pareja que se gana la vida haciendo shows eróticos por Internet; y la de Rashid, un joven marroquí que se dedica al menudeo.

Es curioso, pero tengo la sensación de que Barrueco es uno de esos escritores que resistirá al paso del tiempo y que de aquí a unos años lo conocerá mucha más gente.

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